Por: Antero Duks
Julio / 2012
Durante las siete largas décadas (1929-2000) del gobierno hegemónico de la Trinca Infernal (PNR-PRM-PRI), los Presidentes de la República eran elegidos mediante unas elecciones que eran una verdadera farsa. Quien no recuerda al famoso “tapado” ---Dicho de una persona: Que oculta sus intenciones. En política mexicana especialmente, candidato de un partido a la presidencia, cuyo nombre se mantiene en secreto hasta el momento propicio--- y del famoso “destape”, evento lleno de una parafernalia digna de los mejores eventos de la época greco-romana.
Destapado el ungido ---después de un periodo de incertidumbre, durante el cual todos los lambiscones que ambicionaban un “hueso” deambulaban alrededor de los posibles--- todos se iban a la cargada a besarle los pies y lanzarle loas: “NO CABE DUDA QUE ES EL MEJOR” era la exclamación general, claro que lo mismo hubieran dicho y hecho con cualquier otro que hubiera sido el ungido.
Después empezaba la campaña, durante la cual el Candidato Oficial recorría el país con una parafernalia digna de un emperador romano. Al mismo tiempo, la oposición, si es que podía tener un candidato, llenaba el hueco de comparsa de la farsa.
Total, que llegaba el día de las elecciones, en la que el Gobierno la hacía de juez y parte, pero que sin embargo, y para no dejar, había de todo: compra de votos, urnas pre-llenadas, robo de urnas, etc. ---la corrupción marca mexicana en todo su apogeo--- Obviamente ganaba, y con mucho margen, el candidato oficial, como se dice coloquialmente: barría.
Así las cosas, el escogido llegaba a ocupar la silla el nuevo Presidente de la República, convirtiéndose en el hombre omnipotente, al que todos los rendían, incluso los supuestamente poderes autónomos: Legislativo y Judicial; todos bailaban al son que tocara el Presidente. El Presidente enviaba una iniciativa al Legislativo e inmediatamente era aprobada, creo que más tardaban en leerla que en aprobarla. Así mismo, mandaba las consignas que deseaba al Judicial y esa era la línea.
Pero había un cuarto poder: La Prensa, así llamada durante mucho tiempo por la influencia que ejercía en la gente, sin embargo esta estaba maniatada por el gobierno. Medio que se salía de la línea, sufría el castigo de la clausura, cuando menos, ya que se arriesgaba a sufrir otro tipo de represalia. Recuerdo al periodista Jorge Pino Sandoval, que osó criticar al presidente Miguel Alemán; sufrió el agravio de la destrucción de su taller impresor y clausura de la editorial, además, y para rematar, lo mandaron al exilio. Así se las gastaba el gobierno. Así se practicaba la “libertad de expresión” en esos años.
En cuanto a la televisión, obviamente que también estaba súper controlada. Recuerdo que había un programa a cargo del “Loco” Valdés, era la época de Luis Echeverría, quien adoraba a Benito Juárez, vamos, era casi su Dios Un buen día, durante uno de sus muy divertidos programas, preguntó: ¿Quién fue el presidente apaga fuegos?, entonces dijo: pues “Bomberito Juárez”, quien además estaba casado con “manguerita Maza”. Bueno, pues bastó ese sano chiste para que de inmediato mandaran a clausurar el programa, adicionando una muy fuerte represalia para Valdés. Así por el estilo, hubo muchos y muy fuertes castigos y reprimendas a actores y productores cuando se salían de la “línea”.
Los mexicanos, que somos especialmente sui generis, la veíamos pasar, hacíamos chistes de esos detalles, los criticábamos, fuerte si se quiere, pero hasta ahí las cosas, todo acababa en chiste y nos valía pura sombrilla. Llegaba la época de las elecciones salían a relucir toda la porquería ya relatada y al calor de muchos chistes y burlas, se nos resbalaba todo. Resonaban las palabras del compadre Palemón: “mi modo mano, así ‘semos’”.
Pero como todo tiene su fin, después del escándalo de la “caída del sistema” en las elecciones de 1988, cuando fue elegido el eximio don Carlos Salinas de Gortari, bajo la batuta del entonces flamante Secretario de Gobernación don Manuel Bartlett Bautista, fue tanto el descaro, que eso dio pauta para que naciera el Instituto Federal Electoral (IFE), organismo totalmente ciudadanizado.
A partir de entonces, las elecciones son totalmente controladas por los ciudadanos a través del IFE, pero, el eterno pero, en nuestro país los cosas buenas tardan en implementarse y los vicios cuesta mucho trabajo erradicarlos. Así es que la coacción y compra de votos, gastos excesivos en las campañas, propaganda y dinero espurios, etc., etc... siguen a la orden del día.
Llegaron las elecciones de 2012, las cosas no cambiaron, y a pesar de que el IFE, producto de la legislación del 2007 le ampliaron facultades, siguieron los vicios de siempre. El proceso básico de la elección fue indiscutiblemente ejemplar, más de 50 millones de ciudadanos mexicanos ---cifra record--- acudieron a ejercer su derecho de votar, el conteo se realizó con apego a lo estipulado por la ley y bajo la lupa ciudadana, se puede asegurar de que hubo plena limpieza en ello. El candidato que resultó ganador fue Enrique Peña Nieto (EPN) del PRI; seguido por Andrés Manuel López Obrador /AMLO) del PRD, con una diferencia, en números redondos, de 3.5 millones de votos; en tercer lugar Josefina Vázquez Mota (JVM) del PAN, con una diferencia más o menos similar del segundo.
Hasta ahí las cosas, todo se veía bien, las elecciones fueron un éxito, independientemente de quien fuera el ganador o los perdedores. Pero, lamentablemente, eso no borró las corruptelas y suciedades que indiscutiblemente hubo durante las respectivas campañas de los candidatos, sobre las cuales, incluso, ya había algunas quejas y/o demandas presentadas durante el proceso.
Tan pronto como se anunció al ganador, AMLO, segundo lugar en la votación, se inconformó de inmediato y exigió la anulación o invalidez del proceso, inconformidad que en sí considero que es bueno, en cuanto que es el forma más viable de ir depurando los vicios, pero no así la anulación o invalidez de las elecciones, lo que no es procedente dados los motivos expuestos. Por otra parte, surgió de inmediato la duda: ¿Hubiera AMLO reclamado e inconformado de la forma que hizo si hubiera sido él el ganador? La mayoría de la gente, está segura de que no.
Pero en fin, vayámonos por el lado bueno y veamos el proceso reclamatorio como profiláctico en beneficio de futuros procesos electorales, pero cuidemos sobre todas las cosas el valor inconmensurable que tiene la ejemplar actuación de la ciudadanía, que mediante su voto le dio el triunfo a EPN, y esa decisión es inmutable. La ciudadanía emitió su voto en absoluta secrecía y lo hizo de acuerdo a su voluntad y en absoluta libertad, y eso es intocable.
Lamentablemente el señor AMLO, asumiendo una posición recalcitrante en grado sumo, exige a rajatabla que el TRIFE debe fallar de acuerdo a sus exigencias, con la amenaza de que si no es así entonces atacará a las instituciones. Claro que todos, o cuando menos la mayoría, de sus seguidores, comúnmente muy radicales, se aprestan a iniciar borlotes.
Total que como es regular en nuestra amada Patria, todo siempre tiende a ensuciarse. Un proceso por demás ejemplar, lo tienen que ensuciar –la eterna corrupción que nos flagela y que es madre de todos las males que nos azotan--- los que medran para ello. Y para remate el líder (AMLO), que incapaz de aceptar su derrota y aprovechar la coyuntura para lograr una mejora, no para en mientes para alborotar la gallera, a riego de desestabilizar al país, precisamente por lo radical de sus seguidores que únicamente esperan que les enciendan la mecha para explotar de inmediato
Para todo esto, ya se le sumaron varios grupos, radicales en extremo, que amenazan con incendiar al país si EPN asume la presidencia, todo esto, desde luego, con el beneplácito de AMLO. En suma, el panorama no se vislumbra bien que digamos, están las cosas bajo la lupa de la clásica Ley de Herodes: “o te chingas o te jodes”
Por otra parte, se asoma detrás de AMLO, un personaje por demás misterioso, como misteriosas han sido sus apariciones desde su sospechosa actitud en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, parece ser la eminencia gris de AMLO. Este personaje es, ni más ni menos que don Manuel Camacho Solís, cuidado con este hombre, puede ser quien esté moviendo todo el tinglado, lo cual no sería de extrañar, sobre todo pensando que AMLO nunca se ha distinguido por sí solo en ser muy inteligente que digamos. Para mi que MCS es el cerebro maligno u manipulador que manipula al Peje cual pelele. Mientras tanto el país está en riesgo de caer en una etapa desestabilizadora bajo el influjo de grupos radicalistas.