domingo, 25 de julio de 2010

Nuestros partidos políticos: entre el discurso y la realidad

  

José Manuel Ortiz

julio / 2010
 

Un número importante de mexicanos cuestiona la necesidad que tenemos de los partidos en nuestro sistema político. El hartazgo e indiferencia de un segmento cada vez más grande de la sociedad hacia estas agrupaciones, que a decir de algunos analistas se refleja en un creciente abstencionismo, nos debería de hacer reflexionar sobre su papel en nuestra joven democracia.

La pregunta que muchos se hacen es: ¿Realmente nuestro sistema democrático debe depender de esos institutos políticos?

Una cuestión a analizar sería si nuestros partidos políticos realmente están cumpliendo con su misión. En este sentido, deberíamos de delimitar qué se espera de éstos.

De acuerdo con el Instituto Federal Electoral (IFE)1 , hay una serie de características que comparten los partidos políticos:

En primer lugar, deben ser algo distinto de las facciones políticas. Éstas han existido desde hace mucho tiempo y los partidos surgieron justamente como una evolución positiva de las facciones. Mientras éstas persiguen el beneficio de sus miembros, los partidos persiguen el beneficio del conjunto, o por lo menos de una parte significativa de la sociedad en la que están insertos.

Los partidos, para serlo, deben de reconocerse como parte de un todo que los supera. Los supera porque la suma de proyectos elaborados por todos y cada uno de los partidos define el proyecto de nación que una sociedad (o más específicamente, la clase política de una sociedad) adopta como rumbo.

En consecuencia, cada partido está obligado a reconocer la existencia de otros partidos y a aceptar que éstos también pueden organizar y promover proyectos políticos, incluso radicalmente distintos al suyo.

Un partido debe decidirse a ser gobierno. Para gobernar, los partidos deben ofrecer diagnósticos de la realidad en la cual actúan, pero también propuestas viables a sus electores.

Es indispensable que funjan como canal de comunicación entre los gobernados y sus gobernantes, pues son un canal de transmisión de las decisiones adoptadas por la élite política hacia el conjunto de la ciudadanía. El partido es un organizador de la opinión pública y su función es expresarla ante los que tienen la responsabilidad de adoptar las decisiones que hacen posible la gobernabilidad.

La última característica de los partidos, y quizá la central, consiste en que están obligados a de la lucha por el poder. Esta lucha se procesa en el campo estrictamente electoral.

Los partidos requieren de acuerdos básicos que les permitan preservar el espacio electoral como el ámbito privilegiado de competencia, incluso cuando resulten derrotados en las contiendas por el poder.

Hasta aquí las características de lo que deben ser los partidos políticos.

La primera reflexión que podemos hacer es sobre el compromiso de nuestros partidos de buscar el beneficio de la sociedad y no únicamente el de sus miembros. A través de diversos medios se dio a conocer el uso de recursos públicos que políticos utilizaron para favorecer a su candidato o a un grupo político. Primera conclusión sobre nuestros partidos políticos: se comportan como una facción.

Por otro lado, nuestros partidos no han sabido integrar proyectos con el objetivo de definir una agenda de nación. En algunos casos, imponen su agenda, en otras ocasiones, se niega la posibilidad de diálogo o de propuesta. Las necesarias reformas estructurales que demanda nuestro país desde hace años no se han cristalizado.

Nuestros partidos políticos no han encontrado los mecanismos de diálogo para proponer una agenda de nación. Segunda conclusión: no se reconocen como parte de un todo (la nación) que los supera.

Sobre el diagnóstico de la realidad, aunque se realiza en todos los casos, se hace con criterios maniqueos: por un lado, se identifican los problemas y se señala a los culpables; por otro, se considera como valioso únicamente lo que han realizado los miembros del propio partido.

Asimismo, una de las principales quejas y críticas que han tenido las campañas políticas en los últimos años ha sido la falta de propuesta para solucionar los problemas. Tercera conclusión: los análisis de nuestros partidos políticos los hacen con criterios de facción, además de que ante la opinión pública se privilegia la crítica a las propuestas.

Nuestros partidos políticos de ninguna manera son un canal de comunicación entre el gobierno y la sociedad. En algunos casos, se vuelven gestores de recursos o trámites, y en otros, se convierten en grupos de presión en contra de la autoridad. Cuarta conclusión: nuestros partidos políticos no fungen como canales de comunicación entre el gobierno y la sociedad

No son raros los casos en los que los mensajes de los dirigentes de los partidos políticos en lugar de orientar a la opinión pública, la enturbian, generando discusiones estériles y fomentando rumores. Quinta conclusión: nuestros partidos políticos no ayudan en la orientación de la opinión pública.

La lucha por el poder de parte nuestros partidos políticos ha rebasado el campo estrictamente electoral. Una vez que alguno accede al poder, un gran número de políticas públicas, obras y programas se hacen con fines electorales. Sexta conclusión: nuestros partidos han convertido la gestión pública en un campo más de la lucha electoral, subordinando el interés de la mayoría al interés de grupo.

Una de las reflexiones que deberíamos hacer sobre la democracia de nuestro país debería considerar el desempeño de los partidos políticos. Pareciera que el principal problema de nuestra democracia es más que un sistema político en el que compiten auténticos partidos políticos, tenemos un sistema de facciones en continua pugna por acceder o mantener el poder.

 

 

 



sábado, 17 de julio de 2010

Las vicisitudes de un ingeniero o En todas partes se cuecen habas

 

Quevir Roquedal

Junio / 2010

 

Un buen amigo, desde la juventud, que vive desde hace más de 30 años en Ciudad Ixtepec, Oax., la está pasando verdaderamente mal.  Lo saludé hace un par de meses y me dijo, con un dejo de tristeza e impotencia:-- "Qué difícil es ser viejo aquí en el Istmo, y digo aquí porque aquí vivo, no sé en otros lares, pero me imagino que es parecido.  Se hace mucha alharaca sobre los adultos mayores y es puro cuento.  Estableciendo un parangón con la naturaleza, si los viejos fuéramos árboles, todos hacen leña del viejo caído".  Continuó:--"Las leyes no se cumplen, mucho menos se conocen.  Por ejemplo: la tan cacareada Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores es punto menos que letra muerta, ¡vamos, ni los jueces la conocen!"

 

Mi amigo es ingeniero civil, se dedicó toda su vida profesional a cumplir su vocación de servir a sus semejantes, siempre estuvo metido en proyectos de tipo social, como construcción de clínicas, hospitales, escuelas y unidades habitacionales para trabajadores.  Trabajó casi por media República, tanto en el norte como en el centro y finalmente acabó en el Istmo de Tehuantepec, a donde llegó en 1974 para construir escuelas.  En el Istmo construyó, total o parcialmente, no menos de 40 escuelas.

 

Perdió a su primara esposa, que fue el amor de su juventud y puede que de su vida.  Casó en segundas nupcias con una "dama" lugareña, con la que procreó tres hijos.  En escasos diez años que duró el matrimonio, lo engañó, depredó y casi lo deja en la calle.  Pero, con el sello característico de él, como se dice coloquialmente: "aguantó vara", y responsable por sus tres hijos, a pesar de las manipulaciones que ejerció sobre ellos la madre, fincó raíces definitivas en Ciudad Ixtepec.

 

Total que, después de una vida de trabajo intenso profesional –50 año--  se retiró cansado y depredado, aún así ha seguido sirviendo a sus coetáneos.  Como dice él: siempre hay forma de ayudar a nuestros semejantes.  Son de las pocas gentes que conozco que verdaderamente enfocan su vida al verdadero cristianismo.

 

Sin embargo ha recibido un trato un tanto injusto.  De lo que relativamente poco pudo conservar para tener una vejez más o menos tranquila y segura, ahora que cuenta con 81 años, por un lado por la incapacidad de un juez  de lo familiar, le mochan a la pequeña pensión que le otorga el IMSS, aproximadamente el 35%.  Por otro lado, para ayudarse a cumplir sus modestas necesidades, arrienda un local, adyacente a su domicilio, a una empresa comercial ferretera "Grupo Gurrión" que lo trae por el callejón de la amargura para pagarle la renta estipulada por contrato. 

 

Hace casi un par de años, para ser precisos en noviembre de 2008, mi amigo les pidió por escrito el local pues, por un lado porque ya no aguantaba tanto abuso por parte de Gurrión, y por otro porque había un interesado en rentar el local, mejorando las condiciones, no tanto en cuanto a lo económico, pero si de trato respetuoso,  pero los Gurrión, no sólo no contestaron, sino que se siguieron adelante, imponiendo su imperialista voluntad.  Lo único rescatable de esa a todas luces impositiva acción, fue que aparentemente corrigieron su abusivo comportamiento en cuanto al pago de las rentas estipuladas.  Pero la luna de miel duró un poco, y no tardaron mucho en volver a lo mismo, y peor pues empezaron  a colgar más los pagos, a tal grado que se convirtió en una verdadera burla.

 

La empresa Grupo Gurrión, como se ve, es una de esas empresas, como las hay muchas en toda la república, que es caciquil.  Se sabe toda poderosa, es prepotente, apoyándose en el contubernio con el gobierno en turno.  Negrea a sus empleados, jinetea sus sueldos y los tiene amenazados, a tal grado que estos tienen que hacer sin cortapisa lo que el "amo" diga, les jinetea el dinero a los clientes y, como el caso de mi amigo, lo fastidian sin miramientos, abusando de su impunidad ante las autoridades.  Esa es la empresa "GRUPO GURRIÓN".  Agarraron de puerquito a mi amigo, lo van a exprimir y a joder hasta que muera.

 

Preocupado por mi amigo, sobre todo por su salud, traté de indagar algo más acerca del GRUPO GURRIÓN.  Me valí de algunas fuentes fidedignas que conozco en la región, y que obviamente la conocen al dedillo. La primea información fue que era una las clásicas empresas lavadoras de dinero producto de operaciones ilícitas, entre ella el narcotráfico.  ¡PUF!, me quedé azorado, lo primero que me dije fue que mi amigo tenía todas que perder.  No sé si él sepa algo acerca de esto y a lo mejor es lo que lo tiene totalmente desazonado y casi al borde de la muerte.  Ahora bien, si no lo sabe, pienso mejor no decirle nada porque estoy seguro de que lo mando directo al sepulcro.

 

Durante el régimen de José Murat fue claro el contubernio de la empresa con el gobierno, surgieron sucursales por doquier, además de que incursionaron en el ramo de las gasolineras.

 

¿Qué me lleva a escribirles esto?  Para que ustedes, medios informativos obligados a coadyuvar a la superación de la sociedad –cuando menos así reza su Código de Ética--  lo investiguen y denuncien.  Creo que todos los que nos preciemos de buenos ciudadanos, estamos obligados a denunciar a este tipo de empresas que tanto minan a México.

 

Yo me pregunto ¿así como están acabando a mi amigo, o más bien dicho, así como lo acabaron, a cuantos más habrán fregado y a cuantos más acabarán en el futuro si no hay quien les marque el alto? ¿Las autoridades?  Lo dudo.

 

Y que conste que yo no estoy acusando, sólo estoy comentando.

 

Un saludo cordial


 





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jueves, 1 de julio de 2010

Lo que va de ayer a hoy

Para mayores de 30 años  
 
Eduardo Galeano, periodista y escritor Uruguayo


    
 Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco...


    No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.


    Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.


    ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.


    ¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.


    ¡Guardo los vasos desechables!


    ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!


    ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!


   Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!


    ¡Es más, se compraban para la vida de los que venían después!

 

    La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.


    Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.

 

    ¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.


    ¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
     ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
    ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
    ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
    Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

    El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.

 

    El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!


    ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de 60 años!


    Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)


    No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.


 .Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no,  eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado . Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!!  Pero por Dios.


    Mi cabeza no resiste tanto.


    Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.


    Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.


    ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?


    En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. .


    Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras, pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.


    Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

   
    Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.


    Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!


    Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos.


    Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.


    Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.


    Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.


     Eduardo Galeano