José Manuel Ortiz
Un número importante de mexicanos cuestiona la necesidad que tenemos de los partidos en nuestro sistema político. El hartazgo e indiferencia de un segmento cada vez más grande de la sociedad hacia estas agrupaciones, que a decir de algunos analistas se refleja en un creciente abstencionismo, nos debería de hacer reflexionar sobre su papel en nuestra joven democracia.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿Realmente nuestro sistema democrático debe depender de esos institutos políticos?
Una cuestión a analizar sería si nuestros partidos políticos realmente están cumpliendo con su misión. En este sentido, deberíamos de delimitar qué se espera de éstos.
De acuerdo con el Instituto Federal Electoral (IFE)1 , hay una serie de características que comparten los partidos políticos:
En primer lugar, deben ser algo distinto de las facciones políticas. Éstas han existido desde hace mucho tiempo y los partidos surgieron justamente como una evolución positiva de las facciones. Mientras éstas persiguen el beneficio de sus miembros, los partidos persiguen el beneficio del conjunto, o por lo menos de una parte significativa de la sociedad en la que están insertos.
Los partidos, para serlo, deben de reconocerse como parte de un todo que los supera. Los supera porque la suma de proyectos elaborados por todos y cada uno de los partidos define el proyecto de nación que una sociedad (o más específicamente, la clase política de una sociedad) adopta como rumbo.
En consecuencia, cada partido está obligado a reconocer la existencia de otros partidos y a aceptar que éstos también pueden organizar y promover proyectos políticos, incluso radicalmente distintos al suyo.
Un partido debe decidirse a ser gobierno. Para gobernar, los partidos deben ofrecer diagnósticos de la realidad en la cual actúan, pero también propuestas viables a sus electores.
Es indispensable que funjan como canal de comunicación entre los gobernados y sus gobernantes, pues son un canal de transmisión de las decisiones adoptadas por la élite política hacia el conjunto de la ciudadanía. El partido es un organizador de la opinión pública y su función es expresarla ante los que tienen la responsabilidad de adoptar las decisiones que hacen posible la gobernabilidad.
La última característica de los partidos, y quizá la central, consiste en que están obligados a de la lucha por el poder. Esta lucha se procesa en el campo estrictamente electoral.
Los partidos requieren de acuerdos básicos que les permitan preservar el espacio electoral como el ámbito privilegiado de competencia, incluso cuando resulten derrotados en las contiendas por el poder.
Hasta aquí las características de lo que deben ser los partidos políticos.
La primera reflexión que podemos hacer es sobre el compromiso de nuestros partidos de buscar el beneficio de la sociedad y no únicamente el de sus miembros. A través de diversos medios se dio a conocer el uso de recursos públicos que políticos utilizaron para favorecer a su candidato o a un grupo político. Primera conclusión sobre nuestros partidos políticos: se comportan como una facción.
Por otro lado, nuestros partidos no han sabido integrar proyectos con el objetivo de definir una agenda de nación. En algunos casos, imponen su agenda, en otras ocasiones, se niega la posibilidad de diálogo o de propuesta. Las necesarias reformas estructurales que demanda nuestro país desde hace años no se han cristalizado.
Nuestros partidos políticos no han encontrado los mecanismos de diálogo para proponer una agenda de nación. Segunda conclusión: no se reconocen como parte de un todo (la nación) que los supera.
Sobre el diagnóstico de la realidad, aunque se realiza en todos los casos, se hace con criterios maniqueos: por un lado, se identifican los problemas y se señala a los culpables; por otro, se considera como valioso únicamente lo que han realizado los miembros del propio partido.
Asimismo, una de las principales quejas y críticas que han tenido las campañas políticas en los últimos años ha sido la falta de propuesta para solucionar los problemas. Tercera conclusión: los análisis de nuestros partidos políticos los hacen con criterios de facción, además de que ante la opinión pública se privilegia la crítica a las propuestas.
Nuestros partidos políticos de ninguna manera son un canal de comunicación entre el gobierno y la sociedad. En algunos casos, se vuelven gestores de recursos o trámites, y en otros, se convierten en grupos de presión en contra de la autoridad. Cuarta conclusión: nuestros partidos políticos no fungen como canales de comunicación entre el gobierno y la sociedad
No son raros los casos en los que los mensajes de los dirigentes de los partidos políticos en lugar de orientar a la opinión pública, la enturbian, generando discusiones estériles y fomentando rumores. Quinta conclusión: nuestros partidos políticos no ayudan en la orientación de la opinión pública.
La lucha por el poder de parte nuestros partidos políticos ha rebasado el campo estrictamente electoral. Una vez que alguno accede al poder, un gran número de políticas públicas, obras y programas se hacen con fines electorales. Sexta conclusión: nuestros partidos han convertido la gestión pública en un campo más de la lucha electoral, subordinando el interés de la mayoría al interés de grupo.
Una de las reflexiones que deberíamos hacer sobre la democracia de nuestro país debería considerar el desempeño de los partidos políticos. Pareciera que el principal problema de nuestra democracia es más que un sistema político en el que compiten auténticos partidos políticos, tenemos un sistema de facciones en continua pugna por acceder o mantener el poder.