Por José de Jesús Castellanos
Marzo de 2012
Como en la más terrible borrachera, el país se intoxicó con el dominio del PRI en el país. Mantuvo el dominio del país, con sus tres nombres pero una sola realidad, desde 1929 al 2000. En muchos estados del país su dominio aún se prolonga en estos días. No contamos la llamada Revolución Mexicana que costó al país un millón de muertos y cuyo fruto más acabado fue este partido que, hoy, quiere cantar un himno a la vida. ¡Tanta sangre derramada! ¿Para qué?
El PRI ha sabido y sabe auto elogiarse. La muestra más reciente se dio en el 83 aniversario del partido. Pedro Joaquín Codwell, herencia del echeverriísmo de triste memoria, nos dio una muestra acabada de ello el pasado domingo. Ahí criticó la "pesadilla" provocada por los gobiernos del PAN. Sin embargo, las pesadillas no dejan de ser sueños.
Lo malo es la cruda realidad que arrastramos como consecuencia de los gobiernos de un partido que ofrece y amenaza con volver para reinstaurar los años del autoritarismo que se disfrazó de democracia dirigida y que tuvo en el presidencialismo el resumen acabado de la negación de la separación de poderes y del federalismo. ¡Esa fue la riqueza de la imaginación política de aquellos años!
En esas presentaciones que circulan por correo electrónico, creativamente atribuidas a la librería Ghandi, hay una que recuerda que ellos venden libros de historia. Habría que recomendarle algunos. Pero quizá él también tenga la costumbre de no leer o le falle la memoria. Repasemos brevemente y, por lo tanto, de manera una tanto superficial los hechos del siglo pasado, para entender cómo produjeron ellos la cruda que estamos viviendo como consecuencia de ello.
México no vivió un Estado de Derecho en el Siglo XX. Se decía que teníamos maravillosas leyes, la primera constitución social del mundo y una doctrina jurídica maravillosa. En algunos casos eso fue cierto. Pero también lo fue que la Constitución y las leyes se cumplían discrecionalmente. El mundo de la arbitrariedad era el juego del poder.
Paradigma de ello fue la estatización de la banca en 1982, cuando el presidente José López Portillo "carranceó" los bancos privados. Recordemos que el verbo carrancear proviene del comportamiento del Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza, que saqueaban donde llegaban. Fue la primicia de la corrupción que continuó el presidente Álvaro Obregón (al cual admira Enrique Peña Nieto) y que instauró la famosa frase de que nadie podía resistir "un cañonazo de 50 mil pesos" (oro).
Y si bien la estela del bicentenario encierra un misterio inexplicable, se queda chiquita con sus antecedentes que hicieron rica a la familia revolucionaria.
La violencia que soportó al país se institucionalizó. Por un lado, durante muchos años el ejército sirvió para imponer los "triunfos del PRI", también para la famosa "guerra sucia" cuyos muertos y desaparecidos se desconoce.
Hoy el ejército ha tenido que ser llamado para suplir a una policía corrupta que tuvo en la Federal de Seguridad un ejemplo de terror y en las policías secretas y la judicial administradores del crimen, reconocido por los propios gobiernos que tuvieron que desaparecerlas, para sustituirlas por sus semejantes. El problema de "infiltración" del crimen en ellas a veces parece más problema de identidad.
En cuanto a la economía, ya circulan en la red los correos que demuestran que los dos sexenios del PAN han sido exitosos económicamente hablando, en comparación con las herencias del PRI. Y si bien en ambos casos han existido crisis económicas, pero la diferencia es que en el segundo caso, las crisis fueron creadas por malas políticas económicas, intervencionismo en la economía, subsidios absurdos, inflación, dilapidación y desperdicio de oportunidades, en el primer caso, las crisis vinieron de fuera y se pudieron enfrentar sin zozobrar ni poner al país al borde de la quiebra. Hoy se reconoce internacionalmente la forma como se manejó la economía nacional en la crisis.
En lo social el PRI administró la pobreza a pesar de haber prometido la abundancia. Desde sus orígenes revolucionarios, la política hacia el campo se diseñó para cosechar votos sin sacar al campesinado de su pobreza. Quienes emigraron a las ciudades o al extranjero fueron superando la miseria y quienes se quedaron se mantienen en la pobreza en su gran mayoría; la "economía social" de sindicatos y cooperativas sirvió para el control político y la corrupción, en beneficio de los líderes y no de los trabajadores: sindicatos ricos de trabajadores pobres (junto a empresas pobres de empresarios ricos en algunos casos).
El espacio se acaba. De democracia no necesitamos hablar, simplemente no la hubo, y cuando es incipiente, el PRI se ha encargado de impedir las reformas estructurales, con la idea de llegar al discurso de hoy y atribuir a un gobierno mediocre lo que ellos se han empeñado en impedir, con la esperanza de generar frustración y cosechar de ella. Pero todavía hay quienes tenemos memoria y no olvidamos.
Procuraremos que otros también recuerden y los jóvenes conozcan lo que la educación revolucionaria les ocultó siempre. Sólo así podremos salir de la cruda.
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