Por Luis-Fernando Valdés
Agosto / 2010
El presidente Felipe Calderón sugirió recientemente que, en la discusión sobre la estrategia de seguridad nacional, no estaba excluido el debate sobre la legalización de las drogas, aunque advirtió los posibles efectos negativos que eso conllevaría (3.VIII.2010). Pero, ¿legalizar los narcóticos es una medida efectiva?
El tema no es nuevo, en diciembre de 2008, el Jefe del Ejecutivo planteó una ley que no penalizaba la posesión de drogas para consumo personal y, en noviembre de 2009, el ex presidente Vicente Fox se pronunció a favor de la legalización de las drogas blandas. Pero mucho antes, en los años 70, Holanda las despenalizó… y su modelo fracasó.
¿Por qué algunos piensan que ésta sería una buena solución? Basados en la ley de la oferta y la demanda, consideran que si disminuyera el precio de las drogas, quebrarían los narco-productores.
Actualmente, los estupefacientes son caros porque son ilegales y su distribución es muy compleja. Sostienen que si fueran legales, ese costo disminuiría, el precio sería muy barato, bajarían las ganancias y así se acabaría el imperio económico de los narcotraficantes.
A nivel teórico, la propuesta parece razonable. Pero, se funda en una premisa que no es real. Para que ese modelo funcione, se da por supuesto que todo mundo respetaría las leyes, tanto civiles como del mercado, y que los grupos armados se retirarían pacíficamente para sembrar y distribuir drogas legales, pagando sus impuestos.
Pero eso es una ingenuidad, pues es bastante utópico pensar que –por el hecho de aprobar unas leyes– los traficantes va a cambiar su modo de ser. La promulgación de una ley no los transformará de asesinos y secuestradores en pacíficos comerciantes. Tampoco esas nuevas normas van a hacer que desaparezca la corrupción, que impide la eficacia de las leyes.
Además, los narcos no se van resignar a tener pérdidas gigantescas. Acostumbrados a ingresos millonarios, posiblemente cambien de giro, y se dediquen quizá al secuestro y a la extorsión. Por eso, legalizar las drogas no es garantía alguna de que desaparezcan las mafias ni la violencia.
Por otra parte, tampoco sería conveniente dar este paso, por el alto costo social que conllevaría. Con toda certeza, las enfermedades relacionadas con la tóxico-dependencia aumentarán. Y si el actual sistema de salud está saturado, ¿qué va a suceder con todos estos nuevos pacientes? También se acrecentará el número de accidentes de tránsito que derivarán del fácil acceso a las drogas.
Ante estas situaciones, ¿el Estado tiene realmente los medios económicos y de personal para afrontar el incremento del problema de salud pública que conllevaría inevitablemente la liberalización de la droga?
Y en el campo laboral, ¿se podrá confiar profesionalmente en personas drogadictas?, ¿se les deberá garantizar la seguridad de su empleo? Sin duda, sobrevendría un problema muy grande para dar ocupación a estas personas. La solución no es legalizar los estupefacientes, porque –como afirmó Juan Pablo II– "la droga no se vence con la droga". Por eso, proponer una política de simple "limitación" o "reducción" de los daños, lejos de resolver el conflicto sólo conlleva admitir que una parte de la población se drogue y vaya hacia su perdición.
Ante esta opción tan "pragmática" y poco respetuosa del ciudadano concreto, ¿no sería preferible optar por una política de verdadera prevención, encaminada a construir o a reconstruir una "cultura de la vida" y una "cultura de la familia"?
http://columnafeyrazon.blogspot.com
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