Por Salvador I. Reding Vidaña
Fuente: Yoinfluyo,com Abril ( 2012
Fuente: Yoinfluyo,com Abril ( 2012
Dentro de la enorme turbulencia mediática, social, de pláticas de café e intercambios de opiniones y posiciones en redes sociales, con defensas y ataques, hay voces que invocan el buen sentido, la serenidad y la reflexión para las elecciones próximas.
Las guerras sucias van desde los sarcasmos, las burlas sobre Peña Nieto y sus “deslices”, pasando por la descalificación hasta la mentira y la injuria extrema. Por esto hay que tener mucho cuidado al tomar la decisión del voto.
APOYOS, ATAQUES Y OPINIONES
A ello se suman las exhortaciones, los apoyos y la solidaridad con uno u otro candidato, como muestras de simpatía personal o de respaldo a quien, sin así decirlo o hasta pensarlo, se considera “el menos malo”.
Existe además una guerra propagandística propia de los partidos políticos, sus organizaciones satélites (como la tal Morena) y de los propios candidatos o aspirantes a serlo, pidiendo el apoyo primero y luego el voto para llegar a los comicios del primero de julio de 2012.
A todo esto se agregan las campañas, soterradas, abiertas o descaradas, de organizaciones de radio y televisión, prensa escrita y electrónica en la red, y grandes cantidades de opiniones de todo tipo, calidad y autenticidad de periodistas: editorialistas, columnistas, conductores de programas al aire y sus invitados a dar sus puntos de vista.
También sumamos opiniones ofrecidas por representantes, voceros o dirigentes de la sociedad civil, incluyendo el medio académico y el religioso. Adicionemos opiniones, defensas, ataques y diatribas de personas conocidas, que no necesariamente (la mayor parte de las veces), tienen calidad, sabiduría o información confiable, pero que dicen lo que en ese momento piensan o creen que la gente quiere oír. Aquí incluimos artistas, actores, deportistas y hasta personajes venidos a menos que quieren estar presentes,
Todavía hay que sumar las voces de los amargados, los desilusionados, los frustrados, los inconformes y los anarquistas (muchos no saben que lo son), los cuales piden anular el voto o simplemente abstenerse de votar para “castigar a la clase política”; que insisten en cosas como lo inservible de la partidocracia, o las luchas intestinas dentro de los partidos,
Lo que en moderno lenguaje político se conoce como “políticamente correcto”, influye en las posiciones que toman las personas o los voceros de organizaciones de todo tipo. Sin embargo, en México parece que más para mal que para bien, esta “corrección política” se deja a un lado, igualmente en México, como en otras sociedades, se ha perdido el respecto para las personas que tienen investiduras institucionales, como la del presidente de la república, (aunque el “¡cállate chachalaca!” de Andrés Manuel contra Vicente Fox le restó muchos votos en el 2006).
ANALIZAR LAS PROPUESTAS, SE PIDE
A todo esto se agregan voces que piden algo en particular: que el ciudadano reflexione sobre las propuestas de los candidatos, las analice y vote por quien tenga las mejores. Esta es una buena idea, sobre todo porque parece ser que la sociedad recibe más descalificaciones y ataques contra los candidatos que opiniones serenas de apoyo a las propuestas y méritos de uno u otro.
No está mal el llamado a analizar las propuestas de cada candidato, en vez de dejarse manipular por la propaganda a favor o en contra de los demás candidatos. La verdad esto es fundamental, pero no suficiente.
La razón es que la misma sociedad sabe lo fácil que es prometer el sol y las estrellas. Las propuestas electorales pueden tener mucho de razonable pero tienen también mucho que va desde ingenuo y engañoso hasta completamente absurdo, irrealizable, pero que suena bien si no se examina. La simpatía (o antipatía) hacia los candidatos puede hacer que emocional, más que racionalmente, un ciudadano decida votar conforme lo que se le ofrece o promete.
Primero que todo, el ciudadano debe reflexionar sobre la validez, posibilidad real y compromiso de las propuestas de gobierno de cada candidato que le interese. Muchas veces, los políticos, los analistas y los amigos insisten en esto, que se busque información, pero esta no está al alcance de la mayoría de la gente, ni siquiera para buscar datos e informes en la Internet, como en el Google.
Para ayudar al ciudadano y facilitarle la vida electoral, los partidos deben ofrecer, junto a su plataforma o plan de gobierno que tienen sus candidatos, dicha información. Sin embargo, el ciudadano reflexivo sabe que tales promesas e informaciones pueden estar manipuladas para convencerle de votar por ellos.
QUÉ MÁS HAY QUE TOMAR EN CUENTA
Pero hay algunos caminos para que el ciudadano reflexione, sobre todo mediante la observación de varias cosas. Estas incluyen la situación real (hasta donde es posible conocerla) del país, del mundo, de los mismos partidos y candidatos y de la actitud que puede esperarse de otros actores influyentes sobre la política práctica.
Por ejemplo los candidatos (de donde sea), ofrecen cosas que están fuera de sus facultades de decisión, como es el modificar leyes y hasta la misma Constitución. Estos cambios estarán en manos de los legisladores, no del Poder Ejecutivo. Si el candidato pudiera ofrecer al votante que su partido puede tener también el control del legislativo, para que le aprueben sus propuestas, entonces debe ofrecerlo así al ciudadano, de otra forma son ofertas políticas inválidas.
¿Qué deben hacer los ciudadanos, los analistas y las figuras de autoridad que tratan de orientar al votante, para que la decisión del voto haya sido reflexionada? Mirar hacia atrás en la vida política del país, y mirar el entorno de personas que rodean al candidato: ¿quiénes son sus más cercanos colaboradores, los cuales seguirían siéndolo si gana? Hay que ver también la trayectoria del partido que propone al candidato: cómo se ha portado respecto a sus ofertas políticas, qué han hecho en sus tareas partidarias, en su actividad legislativa y en el ejercicio del poder ejecutivo.
Nadie gobierna solo, no llega el candidato electo a sentarse en la silla presidencial sin un gran equipo de colaboradores: su gabinete, sus operadores políticos, sus consejeros y asesores, su equipo personal de apoyo. De la gente que antes se ha rodeado, ahora rodea y puede esperarse que rodeará al candidato si triunfa, depende mucho de lo que el ciudadano puede, en realidad, esperar.
Tampoco gobierna solo el flamante primer mandatario respecto a su partido, y a quienes lo han apoyado, en la forma que sea, en su carrera política si la ha tenido, y en las campañas internas y públicas para llegar al poder anhelado. En el camino se construyen alianzas, compromisos, ofertas, todo lo cual, llegado el momento de la verdad, cobra, como se dice en política, las facturas respectivas.
Muchas decisiones de gobierno obedecen a compromisos, tanto en las acciones como en las omisiones, qué se hace y qué no se hace, o bien cómo se hace, o bajo qué condiciones que la ciudadanía desconocerá, aunque las imagine.
Otro aspecto a considerar, es la influencia que sobre esas decisiones de gobierno tendrán los llamados “poderes fácticos”, es decir las personas y las organizaciones cuyo poder de control en diversas formas, podrá apoyar o hasta sabotear e impedir el buen gobierno; y esto va desde compromisos hechos de buena fe, intereses creados, disputa por el poder y el dominio sobre el país, llegando hasta el chantaje y la amenaza.
El poder del dinero, la manipulación social, la fuerza bruta: militar o paramilitar, las influencias y las facturas por cobrar de entes o personas poderosas del extranjero, tiene también enorme fuerza para apoyar o impedir el buen gobierno y cumplir promesas de campaña. La fuerza influyente de los Estados Unidos, por ejemplo, debe ser sopesada para pensar en qué forma podría gobernar un candidato.
¿Qué lo dejarán hacer y que no si pueden impedirlo esos poderes extranjeros, incluyendo los más ricos y poderosos? Deben considerarse, además de los gobiernos nacionales, a organismos supranacionales, como son las Naciones Unidas y sus agencias, el Fondo Monetario Internacional, la OEA, las grandes religiones, las organizaciones multinacionales de partidos políticos y hasta el crimen organizado.
Esencialmente, en la decisión del candidato a apoyar, debe pesar muchos el “dime con quien andas y te diré quien eres”, sumándole el cómo creo que serás y te dejarán ser; qué experiencia tienes, cómo has gobernado o ejercido el poder en el partido, en el trabajo legislativo y en la sociedad civil organizada, según sea el caso. Si has sido líder social, cómo lo has hecho, qué respeto has tenido por seguir caminos legales, pacíficos y de “arrastre” popular; si has sido manipulador o verdadero líder honesto.
Esencial es el escudriñar los aspectos conocidos del partido político ya que finalmente gobiernan los partidos, no son su candidato electo. Hay que pensar cómo ha llevado su trayectoria, su respeto a la democracia interna y pública; qué ha ido cumpliendo de sus promesas de campañas anteriores. Cómo ha gobernado y legislado antes y en el presente. Cada partido o las alianzas de partidos ¿cómo han llevado otras campañas y la vida política en el pasado y en el presente, para saber qué podemos esperar de ellos, bueno, mediocre y malo?
RESPETO A LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA
Algo muy importante es la creciente participación ciudadana en la toma de decisiones de gobierno, así como en lo que se llama contraloría social, que examina y califica la forma de gobierno. Un dictador impedirá que la sociedad participe democráticamente en la toma de decisiones o en la vigilancia del actuar gubernamental. Un demócrata tomará en consideración el sentir y el interés ciudadano. Sus obras, programas sociales y apoyos financieros serán aquellos que la sociedad beneficiaria considera como auténticos y de mayor relevancia para su bienestar.
Muy importante es analizar el respeto a la institucionalidad y la legalidad del candidato, para suponer cómo sería en el ejercicio del poder supremo de la nación. ¿Será un demócrata participativo? Lo mismo vale para su partido.
LA CONDUCTA Y VALORES DEL CANDIDATO
Para sopesar lo democrático y participativo que sería su gobierno (de él y su gente cercana), el candidato debe ser evaluado por el ciudadano en su actuar anterior, en cómo ha llevado su vida pública y hasta los aspectos públicos de su vida personal. Por ejemplo, un padre amoroso y responsable, que forma a sus hijos como personas responsables, sería mucho mejor presidente o legislador que el que ha llevado una vida disipada o familiarmente de poca o ninguna responsabilidad.
Igualmente importante es la lealtad que el candidato ha tenido respecto a los valores sociales trascendentes, como es la prevalencia del bien común sobre el particular, la solidaridad y la subsidiariedad, o el fomento a la familia como célula de la sociedad. A ello sumamos el apego real que podemos conocerle sobre los derechos humanos, como es el respeto a la vida, a la educación de los hijos, a la práctica de la vida religiosa y al uso del poder en todas formas.
AL FINAL DE LA REFLEXIÓN
Todo lo anterior debe ser tomado en cuenta para decidir el voto, o para orientar a otros en su decisión personal. El ofrecer no mata, -dice el refrán-, el dar es lo que aniquila. Si nos quedamos en las propuestas, podemos cometer errores que llegan, colectivamente, a convertirse en históricos, así como podemos también llevar al país a una etapa de prosperidad, desarrollo y justicia social si elegimos bien.