Por Andrea Moreno
Fuente: Yoinfluyo.comMayo / 2012
Fuente: Yoinfluyo.comMayo / 2012
La participación de la mujer en actividades fuera del hogar es parte de una evolución sociológica, ahora irreversible, pero sujeta a estudiarse para corregir o mejorar aquello que afecte este cambio.
"Cada individuo es aceptado y querido tan sólo por el hecho de existir".1
Fui testigo de un breve pero interesante debate del que tomo algunas líneas y transcribo:
A: Las mujeres en el siglo XXI vivimos mejor que en épocas pasadas, elegimos lo que queremos estudiar, entramos al mercado de trabajo...
B: Celebrar el haber sacado a la mujer del hogar... hemos mordido el anzuelo de la conciliación familia-trabajo para dejar a los hijos en guarderías.
A: Hoy se le reconoce a la mujer la capacidad para decidir en muchos ámbitos en los que antes decidían por ella.
B: Hoy ciertas ideologías desintegran a matrimonios, familias y a la misma persona constituida como hombre o como mujer para que no quiera ser lo que es.
A: Las mujeres que trabajan fuera del hogar ahora tienen muchas más opciones para ganarse la vida para sí y sus familias.
Ambas posturas nos pueden sonar familiares, la una arriesgada, la otra más conservadora, pero las dos constituyen una realidad que busca, por caminos distintos, la realización femenina. ¿Y en qué consiste esa plenitud? Varios errores y aciertos dibujan su trayectoria, primero impulsada por la valoración de la mujer como individuo capaz e independiente y ahora por la búsqueda de su identidad, distinta de la del hombre.
Históricamente, e incluso después de la Revolución Industrial, la mujer –siempre subordinada al hombre- mantenía el equilibrio familiar, tarea indispensable para asegurar una descendencia virtuosa, trabajadora y unida.
Hacia el siglo XIX las condiciones no eran muy distintas. Algunas osadas como la baronesa Dudevant, mejor conocida como George Sand optaban por "ponerse los pantalones", literal, para circular en lugares que le hubieran sido negados debido a su condición social.
De pronto, llegó el siglo XX: derecho al voto, acceso a la educación superior, apertura al ámbito laboral, una vida personal... la hasta entonces silenciosa rebelión alzó la voz.
Ahora, ¿qué es ser mujer en el siglo XXI? Es muy común escuchar sobre proyectos de vida ideales, mejorar el estatus, independencia económica y éxito. La vida personal comprende a la familia, pero también la determinan el mundo de las relaciones, amistades, motivación constante y satisfacción individual. A pesar de que la familia nos ayuda a ser felices, tanto el hombre como la mujer han volteado la mirada hacia afuera, donde el éxito aparente se liga a algo externo al hogar.
¿A QUIÉN LE TOCA CAMBIAR EL PAÑAL?
El modelo nuclear formado por padres e hijos también ha pasado por distintas etapas. Con la incorporación de la mujer en el mercado, los roles tradicionales ¬-la mujer en el ‘cuidado’ y el hombre gestionando los recursos para subsistir- dieron un giro importante que no terminó ahí.
Primero ambos salían a trabajar, sin embargo, la mujer continuaba ocupándose del hogar en una doble jornada; más adelante el hombre compartiría las tareas domésticas y las responsabilidades educativas con su cónyuge, modelo que actualmente pareciera ser el ideal; pero en ocasiones causa de discusiones sobre quién se "sacrifica" más por la familia y quién "goza" de más tiempo para su desarrollo profesional.
No existe solución única, Nuria Chinchilla y Consuelo de León2 proponen un modelo en el que cada familia opte por distintas alternativas que cubran las necesidades respectivas a cada etapa de su ciclo vital, que incluye a ambos géneros.
LA FALDA A LA MUJER Y EL PANTALÓN AL HOMBRE
El ascenso de mujeres a puestos de alta dirección es objeto de diversas investigaciones y publicaciones, como la del famoso síndrome del "burnout" o "trabajador quemado", el decremento en el índice de natalidad y la conciliación del trabajo y familia. La mujer contemporánea se enfrenta a estos factores para "ser alguien" en una sociedad "fast track", que ofrece ganancias más rápido y te permite construir desde el principio lo que quieres para tu vida.
En consecuencia, y tras siglos sin otro esquema laboral a seguir más que el del hombre, la mujer renuncia a su feminidad y admira al varón hasta imitarlo para, finalmente, ser fagocitada por el sistema.3 Este camino conlleva su renuncia a la maternidad, con el fin de obtener mayor disponibilidad y asegurar su posición dentro del mundo laboral. El abandono del hogar por una realización personal es también producto de un descontento con lo que la vida familiar ofrece, sin embargo, ello no indica que la familia esté pasada de moda en sí misma, sino que habrá en ella cosas que se puedan cambiar para mejorar.4
Algunos países son ya conscientes de que la igualdad entre hombres y mujeres requiere acercarse más y observar los atributos y necesidades propios de cada género, que aunque parezcan similares, no son lo mismo. En su marco legal han incluido políticas que respetan las etapas clave para el desarrollo de la familia.
Hoy cada vez más, las empresas se dan cuenta de la importancia del entorno familiar del empleado; gran parte de su equilibrio, motivación y aprendizaje de hábitos necesarios para la vida laboral provienen de esa realidad.5 El "workaholic" o aquella persona que enfoca su vida únicamente en el trabajo presenta una patología, y la familia es la medicina.
Si no nos damos ese tiempo para convivir en familia, descenderá el número de hijos y no se construirá un hogar. Por consiguiente, no se transmiten valores ni se desarrollan buenos hábitos y empobrecemos a la sociedad.6
Mencionan Nuria Chinchilla y Consuelo León que las relaciones existentes en el hogar y desarrolladas en la maternidad pueden llegar a ser un modelo de relaciones sociales mejor que el mercado o cualquier contrato. "La maternidad ha enseñado a las mujeres a no separar la razón del corazón (Andrea Bochetti)."
Entonces, ¿qué hacer para reconciliar el trabajo con la familia? Aunque no existe una ‘mejor’ respuesta, es importante considerar que lo que decidamos no perjudique nuestra salud, a menudo a causa del estrés, y tome en cuenta las necesidades propias de la etapa del ciclo vital en la que se está viviendo.
Muchas mujeres quisiéramos lograr un cambio en el mundo, pero necesitamos ir de la mano de los hombres, complementándonos y sin imitarlos, porque la sociedad y la familia son de los dos. El reto es encontrar aquellas condiciones tanto sociales como laborales que nos permitan desarrollarnos como mujeres en todos los aspectos la feminidad.7
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