miércoles, 21 de diciembre de 2011

Además de económica, la crisis es humana

 

Alonso Cerón

 

El colapso económico debido a la burbuja inmobiliaria aún no se ha superado. Muchos países, sobre todo los más avanzados padecen todavía los efectos de esta crisis global. Quizá sea momento de reorientar nuestras acciones, anteponiendo el bien común, sin olvidarnos de que el ser humano es integral, en cuerpo, pero sobretodo en espíritu.

 

Después de la quiebra y el colapso financiero del final del verano del año 2008, los efectos del mismo aún perduran. La crisis de deuda de los países como Estados Unidos y más de la mitad de las naciones de la Unión Europea, la devaluación de monedas como el peso mexicano, el colapso total de Islandia, el desempleo galopante en España, la ruina griega, la desaceleración en China y un largo etcétera es lo que ha acarreado la crisis económica global.

 

Todo inició con la excesiva desregulación financiera de la economía más poderosa, la estadounidense. Desde los años 80 los gobiernos de Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo y Obama liberaron de manera indiscriminada los candados que protegían y regulaban los instrumentos financieros.

 

Con el abaratamiento de los créditos hipotecarios y la creación de los derivados, los bancos se excedieron en otorgar este tipo de préstamos; a su vez las aseguradoras respaldaron estos instrumentos y para cuando se tuvo que pagar, resultó que la mayoría de los que se les había otorgado un crédito inmobiliario no contaba con la solvencia necesaria para liquidarlo. Así los bancos no pudieron cobrar y las aseguradoras se quedaron sin liquidez, lo que terminó por reventar la burbuja.

 

Al caer el banco Lehman Brothers y la aseguradora AIG el pánico contagió a otros sectores de la economía, no solamente los que se relacionaban con el sector inmobiliario o asegurador. Gobiernos enteros que apostaron por la desregulación de sus sistemas bancarios y financieros de la noche a la mañana se declararon en bancarrota, uno de los casos más dramáticos fue Islandia, el primer lugar en Índice de Desarrollo Humano (IDH), ahora tendría que sortear los efectos de una crisis sin precedentes.

 

En otras regiones este colapso también lesionó gravemente a sus empresas y a su población. En Latinoamérica, México fue uno de los más afectados con una caída de su PIB de 7 por ciento en el año 2009. En la Unión Europea la rebaja de la calificación de deudas como la griega, española o italiana ha puesto en jaque el sistema monetario de la unión. Alemania y Francia han salido al rescate de estos gobiernos, pero sus vecinos se han manifestado en contra de estas acciones. Reino Unido por su parte destinó más del 6 por ciento de su PIB para rescatar a sus bancos, Irlanda destinaría más del 30 por ciento para recapitalizar los suyos.

 

No conformes con lo que ha sucedido en los mercados, con la tensión de las Bolsas de Valores y sobresaltos más habituales en materia económica, la escasez de alimentos, la sequía del 2009, la alarma por el virus H1N1 y desastres naturales como los de Japón o Haití han golpeado el ánimo de las sociedades y sus instituciones. El desempleo y el subempleo es la constante en el mundo. En el caso de España la tasa de desempleo supera el 20 por ciento y en Estados Unidos la confianza del consumidor decrece mes con mes al no vislumbrar indicios de recuperación.

 

Precisamente en el país más poderoso del mundo es donde los efectos de la crisis se notan más. Ni con el cambio de administración se ha logrado poner solución a este problema. El actual gobierno que encabeza Barack Obama no ha atacado de origen el problema. La administración se ha dedicado básicamente a destinar sumas millonarias para el rescate bancario, además de incrementar el techo de deuda en el gobierno. Recientemente se planea incentivar el empleo, pero para el ciudadano norteamericano común estas medidas le parecen insuficientes.

 

El panorama no resulta muy alentador en materia económica. Quizá sea el momento de cambiar la forma en que se realizan las cosas en materia financiera. Orientar nuestras acciones hacia una responsabilidad social, como se recomienda en la Encíclica "Caritas In Veritate" del Papa Benedicto XVI, tomando en cuenta que el ser humano es integral en materia, pero también en espíritu, y así con acciones equilibradas destinadas al bien común, se podrá superar este gran reto que la Humanidad tiene encima.

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