Por Jorge Adame Goddard
Octubre de 2011
La aprobación en comisiones de un proyecto de ley en el Distrito Federal que pretende reglamentar la "maternidad subrogada", pone a la discusión pública el tema de la "fecundación asistida" o "procreación artificial", ya que tal subrogación de la maternidad se da sólo cuando se ha procreado un embrión humano fuera del cuerpo materno.
El contrato de maternidad subrogada que se pretende legalizar en el DF, es un contrato por el cual una mujer se compromete a recibir en su vientre un embrión humano, procreado artificialmente a partir de células germinales (óvulos y espermatozoides) de otras personas, a quienes se llama "padres biológicos".
La madre sustituta se obliga a cuidar el embrión, como si fuera un hijo propio, llevar a término el embarazo (en el texto original en el recién corregido por Marcelo Ebrard ¡sí podría abortar!), darlo a luz y entregarlo a los padres biológicos. Éstos se obligan a pagar los gastos médicos que cause el cuidado del niño y el parto. Se supone que la madre sustituta no cobra por sus servicios, de modo que no hay en el contrato un precio que ella pueda exigir judicialmente, pero nada impide que los padres biológicos le den voluntariamente una compensación económica.
El punto de partida para hacer tal contrato es la procreación artificial de un embrión humano. Este es el problema central a considerar: ¿es lícito procrear seres humanos fuera del cuerpo materno mediante intervenciones técnicas? Esta cuestión puede parecer insulsa a quienes están dominados por una mentalidad tecnocrática, que juzga que lo que es técnicamente posible es lícito, que es incluso una conquista de la libertad.
Para ellos no vale el aforismo que dice que "muchas cosas son posibles, pero no todas son lícitas". No hay para esa mentalidad ningún problema ético, sino que todo es cuestión de poder o no poder. La única ley que rige es la del más fuerte, y si la ciencia ha hecho posible la fecundación artificial, no hay por qué poner obstáculos a esta práctica ni a sus desarrollos o consecuencias, como lo es la maternidad subrogada.
¿Por qué es necesario plantear un problema ético en relación con lo procreación artificial? Porque se trata de averiguar si esa práctica, independientemente de que sea legalizada o no, sirve al progreso de la humanidad, y concretamente al progreso de México, o, por el contrario, es causa de retroceso. La procreación artificial genera la impresión de que el embrión humano es un producto técnico, una cosa, de la cual se puede disponer como de cualquiera otra de las cosas que produce el ser humano.
De hecho, así se hace. Es sabido que para que los procesos de procreación artificial sean exitosos, el médico que hace la unión de los gametos procura la fecundación de varios óvulos, luego escoge el que le parece mejor y lo implanta en el útero de la mujer; los embriones no elegidos se destruyen o se congelan, como si fueran material desechable o reciclable. Así los trata la Ley general de salud, que dice en su artículo 318 que la "disposición del embrión" se deberá hacer según las prescripciones de esa ley y de otras que lleguen a promulgarse.
De hecho, en los hospitales de todos los países dónde se hace procreación artificial hay miles, y en total quizá millones, de embriones congelados, al grado de que ya se plantea el problema económico de a quién le corresponde pagar el gasto de la "crioconservación" o congelamiento del embrión, ¿al Estado, a los hospitales o a quienes pagaron por la fecundación artificial?
Nos estamos acostumbrando a ver el embrión humano, no como un ser humano igual a mí con la misma dignidad y derechos, sino como un producto, especial o refinado que incluso requiere un cierto tratamiento, y por eso los embriones no elegidos se congelan y no se tiran a la basura, pero en todo caso son un producto sometido al poder de quienes lo procrearon, del médico y de los padres biológicos que escogen cuál vive y reciben como hijo y cuáles se congelan o desechan. ¿No es esto "violencia familiar" de la peor especie, acaso no es discriminación separar al deseado de los congelables?
Ese es el gran problema ético que implica la procreación artificial. El hombre se vuelve, literalmente, lobo del hombre. Si el embrión es una cosa, por supuesto que puede ser objeto de contrato: así como se paga por la inseminación artificial de los animales, se puede pagar por la de humanos; así como pueden implantarse embriones de un animal en otro, también se pueden implantar embriones humanos de padres biológicos en una madre sustituta, y así como se pueden producir en serie animales, se pueden producir seres humanos, ¿por qué no, si es técnicamente posible?
Una vez traspasado el límite que marca que el ser humano, todo ser humano incluido el embrión, es un bien superior a la ciencia y al poder tecnológico o político, se pueden producir consecuencias inesperadas. Quienes hacen o pagan la procreación artificial son como el aprendiz de brujo que, de momento, se siente satisfecho de su obra, pero ignora las consecuencias que tendrá a largo plazo.
Si las intervenciones tecnológicas abusivas en la naturaleza física y biológica han producido los desastres ecológicos que hoy vemos, ¿cómo no van a tener consecuencias desastrosas las intervenciones tecnológicas que no respetan la dignidad de la naturaleza humana?
Para conocer más da clic a nuestra nota Ebrard propone vientres de alquiler para todos y podcast de "maternidad subrogada" a "gestación subrogada"
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