jueves, 15 de diciembre de 2011

Infieles

 

Por Alejandra Herren

 

Las estadísticas de infidelidad aseguran que el 60% de los hombres son infieles, y que el 40% de mujeres les sigue los pasos. Según las mediciones de Sexole, el primer estudio sobre conductas y preferencias sexuales de usuarios de internet en España, las mujeres son más infieles que los hombres (50% frente al 44%) y también más apasionadas: un 65% exterioriza más las emociones en el momento del clímax, frente a un 27%.

 

El estudio de Journal of Couple and Relationship Therapy asegura que entre un 45 y un 55% de las mujeres casadas son infieles.

 

Sin embargo, la percepción de infidelidad entre los hombres y las mujeres es diferente, y aquí hablamos de cuestiones subjetivas: el 50% de las mujeres no siente que el cibersexo sea infidelidad (el 80% de los hombres piensa igual).

 

Un 81% de las mujeres confiesa que coquetea con sus compañeros de trabajo, y dos de cada tres aseguran que tienen pensamientos sexuales con ellos.

 

Cifras, cifras, cifras.

 

¿Razones? Bueno, los especialistas (los hay para todo) sentencian que la infidelidad no sucede espontáneamente, sino que existen circunstancias que pueden provocarla.

 

Las razones pueden ser innumerables. No obstante, los sexólogos coinciden en que todas ellas se deben a un único motivo: procurar satisfacer las carencias en la pareja.  Sin embargo se ha detectado que un gran porcentaje no es tanto este aspecto, si no que les satisface que las halaguen, y de ahí a enredarse con otro hombre no es más que un brinquito, sobre todo si el hombre es una hábil conquistador.  Además hay que tomar en cuenta que hay mujeres sumamente débiles y ligeras.

 

Ellos esgrimen las siguientes causas:

 

_ Sentirse menospreciado por la propia pareja.

_ Haber caído en la monotonía: la rutina parece conducir sin escalas al aburrimiento sentimental.

_ Una vida sexual escasa o pobre: el sexo es un elemento fundamental y si produce insatisfacción en alguno de los miembros de la pareja, éste tenderá a buscar en otra parte lo que no encuentra en casa.

_ La falta de comunicación. La búsqueda de nuevas emociones cuando se ha terminado la etapa de enamoramiento y seducción con el propio compañero.

_ La pérdida de libertad si se tiene una pareja asfixiante.

_ Y un largo etcétera.

 

Los sexólogos podrán decir lo que quieran, pero yo me pregunto por qué, por ejemplo, los latinos tienden a ser más infieles que los anglosajones. ¿No median, acaso, cuestiones culturales que hacen que en ciertas áreas del mundo esté mejor visto que en otras? ¿No puede darse que uno esté con una persona que tiene un problema conductual?

 

Yo tuve un novio durante tres años al que —lo descubrí tarde- le encantaba acostarse con cualquier mujer que se lo permitiese. No hacía diferencias de edad, de color ni de aspecto físico. Me inventaba excusas para irse solo a cada rato, y la verdad es que no me di cuenta hasta ya avanzada la relación. ¿No es esta, acaso, la conducta de un adicto al sexo?

 

Más allá de mis dudas, lo cierto es que la respuesta femenina frente a un hombre infiel ha cambiado. Nuestras abuelas eran ciegas y sordas ante los deslices de sus maridos. Lo fundamental era no divorciarse, y para eso había que hacer un sacrificio.

 

Ahora no es así: una que otra aventura se puede perdonar, pero a alguien como aquel novio mío (con el que me iba a casar) hoy se lo manda gentilmente a hacer sus necesidades a otra parte.

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