Por; Federico Müggenburg
Diciembre / 2010
El atentado terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York, perpetrado el 11 de septiembre de 2001 y la filtración de Los Papeles del Departamento de Estado, "confiados" a 5 publicaciones globales en exclusiva, a partir del 29 de noviembre de 2010, significan dos monumentales sucesos que vulneran la integridad de Estados Unidos de Norteamérica.
El ataque de los terroristas de Al-Qaeda puso en evidencia que su seguridad territorial, hasta esa fecha nunca tocada por agentes externos, sí era vulnerable. Lo de Pearl Harbor, en Hawai, fue un autoataque para luego justificar la agresión a Japón. Osama Bin Laden ha producido el primer trauma a quien se consideraba la primera potencia mundial. Nunca pudieron imaginar que una torcida mente musulmana convirtiera los aviones de uso comercial, con pasajeros, en auténticos proyectiles de muerte y destrucción.
Ahora sucede que la "inteligencia" del gobierno americano tampoco pudo imaginar que un joven de 23 años, el cabo Bradley Manning, sería capaz de traicionar al ejército y al gobierno entregando, para su difusión, información confidencial a un ente de redes electrónicas, que bajo el nombre de WikiLeaks, provocaría un caos de confianza en los gobernantes del mundo, los embajadores y el gobierno de Estados Unidos.
No haber previsto la deslealtad institucional como posibilidad de que tanta y tan importante información pasara por las manos de una sola persona, ahora tiene sus trágicas consecuencias. Manning ya está en una prisión militar en Virginia y se preparan los juicios por alta traición, con posibles penas mínimas de 52 años de prisión.
Los ciudadanos americanos y los del mundo no salen de su asombro ante la evidencia de la decadencia del que fuera considerado el país más poderoso de la tierra, y de que sus principios de seguridad territorial y lealtad institucional fueran precipitados al vacío. Una señal más de la decadencia moral de una sociedad que en su conjunto ha vulnerado los principales y más importantes derechos humanos, empezando por el de la vida, desde su concepción hasta la muerte natural.
Una sociedad que se adhirió por medio de sus gobernantes federales, legalmente electos, a la cultura de la muerte y a la dictadura del relativismo. A partir de entonces, cualquier cosa puede suceder y ahora lo estamos constatando. Son vulnerados en la seguridad y en la lealtad.
A esto habría que añadirle la tragedia económica del engaño bursátil de Wall Street, que en 2008 hundió al mundo entero en la crisis económica y financiera actual. Ahí fue la avaricia espoleada por algunos cuantos magnates del método de inventar y engañar con "los derivados de los derivados", como generadores de verdadera y legítima riqueza.
En el colmo de la vergüenza, ahora se quiere centrar todo en Julian Assange, receptor y difusor de los documentos confidenciales. Se le trata de encarcelar, apelando a su probable vida de fornicario y violador, en Suecia. Sus defensores están desarrollando el argumento del derecho a la información que él ejerce, para bien de todos, señalando al Pentágono como la fuente de información y, por lo mismo, como el culpable.
Ahora resulta que la delación y el perjurio son la fuente del derecho de quien delinque. Es el viejo argumento de Robin Hood, "ladrón que roba a los ladrones, para repartirlo entre los pobres", que no se puede justificar éticamente. El hacerse justicia por propia mano nunca ha sido aceptable en ninguna sociedad estable y virtuosa, ni por algún régimen jurídico sano.
La enorme cantidad de información que está surgiendo saca a la luz la decadencia de muchos gobiernos y las miserias humanas de muchos gobernantes. Los compromisos de gobernantes con delincuentes de toda índole, además de chantajes y presiones, y luego las incongruencias de no actuar en consecuencia con las realidades que padecen grupos sociales amplios, que creen que sus elegidos para gobernar, lo hacen en plena coherencia con la confianza depositada en ellos.
Habrá que esperar un poco más para que toda la información acumulada, de la que apenas han empezado los flujos, lleve a la evidencia de la casi total pérdida de principios y valores en la vida política global. Hasta el momento no se puede apreciar en las informaciones filtradas algo que tenga como centro de la discusión: valores humanos, virtudes, respeto por la dignidad de las personas y sus genuinos derechos humanos.
Sólo se aprecian forcejeos, luchas de poder, influencias para obtener recursos, materias primas o ganancias ventajosas en el ámbito comercial. Ningún informe se refiere hasta ahora, a una confrontación de principios de doctrina. Ni la mínima referencia a una concepción de la vida de las personas y las naciones con sentido trascendente.
Todo parece indicar que se trata de una expresión inmanentista, en la que Dios no existe, o si existe, es olímpicamente ignorado, así como la desaparición de un elemental referente al decálogo que está inscrito en la naturaleza humana, considerado el más elemental código de ética que la humanidad ha tenido desde la antigüedad, manifestando los asuntos relativos a Dios y al prójimo.
Adorar a Dios sobre todas las cosas, no jurar en vano, no matar, no fornicar, no hurtar y no mentir, han desaparecido como referencias fundamentales para la convivencia entre las personas y las naciones, como se está evidenciando en los comportamientos referidos por las series documentadas por Wikileaks, en asuntos militares, políticos y ahora se anuncian económicos y bancarios. Sobre todo en un país que se atrevió a imprimir en su papel moneda, En Dios confiamos o de los múltiples casos de jefes de gobierno que asumen Jurando por Dios.
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