Por: Antero Duks
Noviembre / 2010
Presentado como la gran reforma política para quitarle al gobierno priísta el control de los procesos electorales, el Instituto Federal Electoral ha derivado en la gran frustración democrática. En lugar de representar los intereses de la sociedad, el IFE se convirtió en un instrumento al servicio de los tres principales partidos.
Los problemas para designar a tres consejeros han exhibido las limitaciones del IFE: los consejeros debieran de representar a la sociedad pero, como los anteriores, van a ser parte de la cuota política de los partidos. El problema no es menor porque el IFE con los nuevos consejeros será el encargado de organizar las elecciones presidenciales del 2012, las cuales desde ahora se perfilan como las más delicadas y conflictivas.
Si se hace un corte de caja objetivo, la conclusión no puede ser otra que la certeza de que el IFE actual no representa los ideales democráticos y se ha convertido en un obstáculo para la democracia electoral. Lo peor de todo es que el IFE constituye una de las inversiones más caras de la modernización democrática, pero con resultados deficientes.
La crisis política del 2006 a la fecha revela la necesidad de tirar el IFE a la basura de los desechos políticos y reorganizar toda la estructura electoral. Como está en la actualidad, el IFE no puede evitar los fraudes electorales. Y su conversión en instrumento de la partidocracia ha pasado por la expropiación de un espacio ciudadano para convertirlo en un aparato de negociaciones políticas entre las dirigencias partidistas.
El país necesita de un organismo electoral que se dedique exclusivamente a organizar elecciones, sin consejeros ciudadanos que le cuestan al erario, sin la presencia de partidos que intimidan a los consejeros y sin apropiarse de la credencial de elector que no garantiza la seguridad de la identidad. El alto costo de funcionamiento del IFE tiene que ver no con las tareas propias de la organización electoral sino con la estructura burocrática como instancias de poder.
La actual estructura del IFE permite, por ejemplo, que López Obrador acuda a la payasada de la presidencia legítima porque declaró haber ganado las elecciones presidenciales del 2006 con 500 mil votos de ventaja, pero sin presentar la más mínima prueba. O que el fraude electoral sea organizado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación como estructura de perversión del voto. O que los ciudadanos se hayan quedado sin voz al prohibirles expresar sentires en procesos electorales. Así, las elecciones se han convertido en un cochupo entre partidos.
La participación social no partidista exige un organismo electoral al margen de los intereses de los partidos. La imposibilidad de un acuerdo para designar a tres consejeros indica que el IFE puede funcionar sin ellos. Pero el asunto de fondo es de decisiones mayores: el IFE debe desaparecer para dar paso a una entidad organizadora de elecciones sin presencia en su seno de consejeros ni partidos, como los países con democracias modernas.
El IFE debe dejar de ser un organismo parásito de la democracia. Si no, hay que prepararse para un severo conflicto poselectoral en el 2012.
Mucho del problema en sí, tiene que ver con los medios, como la televisión, que de hecho se ha convertido en el primer, y omnímodo, poder de gobierno. Es la televisión quien dicta las directrices. Quien marca al favorito y le brinda su beneplácito. Casi se puede asegurar que la televisión es la que elegirá al próximo presidente, sin temor a exagerar. Se nota a las claras que todos los políticos tratan de quedar bien con los comunicólogos estrellas. ¿Y el IFE?, ni se diga, tal parece que trata de agradar a los medios, le falta ser verdaderamente autónomo e imponer respeto, el respeto que merece la ciudadanía, que finalmente es a la que representa y sólo a ella se debe, pero siempre apoyado en la ley. Vamos, debe ser a la par que el congreso, no subordinado de él, y mucho menos que de los partidos políticos, que tal parece, o ya es un hecho, que se le subieron a las barbas, coloquialmente hablando.
El ambiente se está calentando con miras a las próximas elecciones para elegir al presidente que gobernará de 2012 a 2018, veremos cómo se comporta el IFE, aunque los augurios no son nada buenos. Aquí cabe la pregunta: ¿hasta cuando los mexicanos seremos capaces de gobernarnos partiendo de bases seguras y congruentes?
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