Por: Antonio López García Enero / 2010 Quien no aprende de la historia está condenado a repetirla. En las últimas semanas se ha presentado en el campo de la discusión pública un tema que tiene que ver con las propuestas para legalizar la muerte de seres humanos a manos de médicos. Algunos opinan que semejante situación no es factible dado que médicos y enfermeras tienen muy claro que su misión profesional es salvar vidas y no terminarlas. Sin embargo, quienes opinan así tal vez tengan sobrevalorados a los médicos y su lealtad a la vida humana. Ya en otras ocasiones de la historia se creyó que los médicos mantendrían su profesionalismo a pesar de los cambios políticos, y sin embargo esto no ocurrió. Apenas en el siglo pasado conocimos acerca de la participación directa de doctores en la eliminación de seres humanos en cantidades inimaginables en los campos de exterminio alemanes durante la Segunda Guerra Mundial: 10 millones de muertos en estos campos, la mayoría judíos (6 millones), aunque también gitanos, católicos, opositores políticos y muchos "lisiados defectuosos" a los ojos y criterio de los gobernantes. Si bien la autoría intelectual y la logística estuvo en manos del partido gobernante, también habrá que recordar que la población creyó en las profecías del Partido Socialista Nacional (nazi) sobre el Tercer Reich y la supremacía alemana. Habrá que recordar que las propuestas de los socialistas los llevaron a ganar por mayoría las elecciones democráticas a principios de la década de 1930. Las estrategias de propaganda política consiguieron que la gente creyera ciertos principios que a la larga demostraron su verdadero contenido. El significado completo del asesinato médico directo para la teoría y comportamiento nazi no puede ser comprendido a menos que entendamos cómo los doctores destruyeron los límites entre sanar y matar. El principio nazi de matar como un imperativo terapéutico es evidente en las palabras del miembro de las S.S. en Auschwitz, el doctor Fritz Klein. El doctor Klein fue cuestionado por un interno sobre cómo podría conciliar el humo de las chimeneas de Auschwitz con su propuesta de lealtad al juramento hipocrático de preservar la vida. "Por supuesto que soy un doctor y quiero preservar la vida", respondió Klein. "Y precisamente por respeto a la vida humana removería un apéndice gangrenado de un cuerpo enfermo; los judíos son el apéndice gangrenado en el cuerpo de la humanidad". Los nazis justificaron la asistencia médica directa para la muerte con el simple concepto de "vida que no vale la pena ser vida" –"lebensunwortes Leben"–. Los cinco pasos identificables que siguieron para la destrucción de esta "vida que no vale la pena ser vida", fueron: Esterilización forzosa. Muerte de niños "lisiados" en hospitales. Muerte de adultos "lisiados" recolectados de hospitales mentales. Muerte de adultos "lisiados" recolectados de los campos de concentración. Asesinato masivo en los campos de exterminio. El 30 de enero de 1933 Hitler asumió la Cancillería del Tercer Reich, y tan pronto estuvo en el poder introdujo una ley de esterilización con la declaración de que Alemania estaba en grave peligro de "Volkstod" –"muerte de la gente", "nación" o "raza"– y que para combatirlo eran imperativas medidas de fondo. Una parte de la purificación de la raza eran las esterilizaciones obligatorias de aquéllos que tuvieran "enfermedades hereditarias". Para un doctor hay un largo trecho entre ligar cordones espermáticos y tubos de Falopio, y matar o designar para la muerte a sus propios pacientes. Pero para la época en la que los nazi tomaron el poder en Alemania, ya había permeado en la sociedad una ideología para esta transición. El trabajo teórico crucial fue "Die Freigabe der Vernichtung lebensunworten Lebens", o "El permiso para Destruir la Vida que no es Vida". Publicado en 1920, fue escrito conjuntamente por dos distinguidos profesores germanos, el jurista Karl Binding, retirado de la Universidad de Leipzig después de 40 años, y Alfred Hoche, profesor de siquiatría de la Universidad de Friburgo. Hoche argumentaba en su libro que la muerte era por compasión y consistente con la ética médica. Ponía como ejemplo las situaciones en las que los doctores se veían obligados a destruir una vida para salvar otra. Proseguía diciendo que diversas formas de desequilibrios mentales, daños cerebrales y retraso indicaban que los pacientes estaban "mentalmente muertos". Designó a estas personas como "lastres humanos" y como "cáscaras vacías de ser humano", términos que luego retomaron los nazi. Poner a morir a esa gente, escribía Hoche, "no puede ser equiparado con otros tipos de asesinato; es un acto permisible y útil". Binding y Hoche se convirtieron en los profetas del asesinato médico directo. Y aunque antes del periodo nazi tal forma de pensar era minoritaria en la siquiatría y medicina alemana, durante el poder de los socialistas nacionales se incrementó la discusión en los círculos médicos y políticos sobre la legitimidad de la muerte por compasión, de los mentalmente muertos, y de los enormes costos económicos que le causaban a la sociedad alemana los inválidos. Incluso algún libro de texto de matemáticas pedía a los estudiantes calcular cuántos créditos a recién casados podría otorgar el gobierno con el dinero que le costaba al estado el cuidado de los "lisiados, los criminales y los enfermos". El asesinato directo de niños –de hecho todo el programa nazi de exterminio– empezó simplemente con la petición de permitir la muerte por compasión de un niño apellidado Knauer, que nació ciego, sin una pierna y parte de un brazo, y aparentemente "idiota". La petición fue hecha por la abuela, pero claramente impulsada por el régimen socialista. A fines de 1938 y principios de 1939, Hitler ordenó a su médico personal, Karl Brandt, que fuera a la clínica de la Universidad de Leipzig en donde Knauer estaba hospitalizado, a consultar con los doctores y determinar si la información que se había enviado acerca del niño era precisa. Si los informes eran correctos, entonces "informaría a los médicos que podrían proceder con su muerte" –según dijo en 1947 durante los Juicios de Nüremberg–. A su regreso a Berlín, Brandt fue autorizado por Hitler para establecer el programa de asesinato de niños con la ayuda de Phillip Bouhler, jefe de la Cancillería de Hitler. Pareció fácil empezar con los niños recién nacidos y después continuar con algunos de hasta tres o cuatro años de edad. Para este propósito se creó el "Comité del Reich Para el Registro Científico de Enfermedades Hereditarias y Congénitas Severas". El título significaba un espectro amplísimo de investigaciones médicas, aunque su líder, Hans Hefelmann, era agrónomo. El paso inmediato, realizado en agosto de 1939, fue una orden directa solicitando el "registro a la brevedad posible" de todos los niños menores de tres años de los que se "sospechara una enfermedad hereditaria", incluyendo una lista de enfermedades entre las que se encontraban el mongolismo, el idiotismo, ceguera, sordera, microcefalia, parálisis y malformaciones de todo tipo, pero especialmente de la cabeza y columna vertebral. Los doctores y comadronas estaban obligados a presentar estos reportes al momento del nacimiento. Extender el programa de los niños a los adultos implicó un pequeño paso que no tuvo mayor complicación y convirtió el asesinato en política oficial. Esta política fue anunciada por el "Decreto del Führer" emitido en octubre de 1939, en el cual se encargó a Karl Brandt y a Philip Bouhler la "responsabilidad de expandir la autoridad de los doctores –designados por nombre– con el objeto de que a los pacientes considerados incurables, de acuerdo con el mejor juicio humano de su estado de salud, se les pueda conceder una muerte compasiva". El proyecto estuvo a cargo de la organización fantasma "Grupo de Trabajo del Reich de Sanatorios y Enfermerías". Operaba desde la Cancillería en Berlín, ubicada en la calle Tiergarten 4. Por ello fue conocido como el proyecto T4. Los cuestionarios para el proyecto T4 fueron repartidos entre los hospitales y dieron la impresión de que el gobierno estaba realizando una investigación estadística. Estos cuestionarios eran revisados por un trío de "expertos" quienes marcaban en un recuadro grueso en la esquina inferior izquierda de la forma, una "X" en color rojo –que significaba muerte–; "_" en color azul que significaba vida; o "?" que en algunas ocasiones se acompañaba de la palabra "trabajador". El paso siguiente fue establecer estos "sanatorios" en lugares retirados y empezar el transporte de aquellos destinados a morir. Se procedía a matarlos con la técnica de la cámara de gas y luego eran enterrados en grandes fosas comunes, método que después se cambió por los crematorios. En octubre de 1941, Viktor Brack y Adolf Eichmann empezaron a utilizar el procedimiento T4 para eliminar a los judíos incapaces de trabajar, a los gitanos y algunos prisioneros soviéticos. Brandenburgo, Chelmno, Belzec, Sobibor, Treblinka, Auschwitz, grandes campos de exterminio con fachada de sanatorios y campos de trabajo, tuvieron la participación de algunos doctores para dar fe de la legalidad de las muertes. Friederich Mennecke, Irmfried Ebert, Aquilin Ullrich, cumplían con su labor revisando a los "pacientes" desnudos, mientras pasaban frente a ellos y marcaban en su cuestionario "X" o "_", ordenando el destino de los pacientes. Lo demás, es historia. Al término de la guerra, los doctores fueron llevados a juicio acusados de "crímenes contra la humanidad", en los tristemente célebres Juicios de Nüremberg. Al escuchar los cargos de asesinato, los doctores argumentaron que ellos no cometieron semejantes crímenes, "las leyes aprobadas por el congreso" les permitían –incluso obligaban– a realizar la eliminación de los indeseables, y por lo tanto, no se les podía aplicar ahora un criterio diferente, con leyes diferentes, a las que tenían en esos momentos. Los jueces argumentaron que "ninguna ley de un país, puede estar por encima de los derechos humanos" reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y el primero de sus artículos reconoce que todos tenemos el derecho a la vida. Por eso fueron juzgados. Por eso fueron condenados. Resumiendo, lo que hicieron los socialistas alemanes fue establecer una ley en la que se marca una diferencia entre persona y ser humano. La discusión al inicio de 1930 era si esos seres humanos defectuosos eran o no personas –y por lo tanto sujetos de derechos–. El utilitarismo dominante en la política socialista buscó una solución dejando en el congreso la determinación de quiénes podrían tener la característica de persona. La ideología de la "vida que no vale la pena" permea entre los doctores con mentalidad utilitaria, quienes deciden que ellos tienen la capacidad y los conocimientos científicos para definir las características mínimas que debe cumplir un ser humano para ser considerado persona o bien "cascarón vacío de ser humano". Luego, los legisladores socialistas alemanes decretan que "no todo ser humano es persona, sino sólo los que los doctores autorizados así lo consideren". Por tanto, si alguien no es persona, entonces algún otro ejerce la potestad sobre ello ¬–la abuela en el caso del niño Knauer, o los médicos responsables en las clínicas psiquiátricas–; y si tiene la potestad, entonces puede definir sobre su vida o su muerte "por compasión". Si alguien después decide que los integrantes de una raza cargan genes malignos que ponen en peligro a la nación, entonces también serán considerados "cascarones vacíos de ser humano", serán enviados a algún centro de reclusión; el encargado de ese centro tendrá la potestad sobre ellos y la obligación de definir quiénes "sirven" y quienes no. El origen es el mismo: considerar que no todo ser humano es persona. En la actualidad estamos presenciando una discusión similar en los foros públicos y en la política. El tema ahora es si el producto de la concepción de dos seres humanos es un ser humano, si no lo es, o si el congreso o la asamblea legislativa son los que definen quién es y quién no es. Mientras esto sucede, la Suprema Corte de Justicia se olvida de la defensa de los derechos primigenios de las personas, oculta la cabeza y se escuda en discursos políticamente correctos para dejar las leyes como las decretaron los socialistas nacionales mexicanos, porque la Constitución no dice nada literal al respecto. Todavía se discute lo evidente: si el producto de la concepción de dos seres humanos es algo que no sea un ser humano. Después se discutirá si el ser humano, producto de la concepción de dos seres humanos, es persona; si es persona desde los tres meses de la concepción; si es persona desde el momento del nacimiento, etcétera. Hoy la iniciativa es ampliar las leyes para seguir asesinando de manera legal. La nueva propuesta de legalizar la eutanasia, ha traído a la discusión pública nuevamente el concepto: "La vida que no vale la pena", "la vida sin valor", "el cascarón vacío" que dijeran los nazis de antaño. Para la mentalidad utilitaria y consumista, un enfermo sólo consume recursos y se vuelve un "apéndice gangrenado del cuerpo social", por lo que debe ser extirpado para no seguir consumiendo recursos públicos. Sin embargo, lo más preocupante del tema es el aspecto cultural. La propaganda de perredistas y priístas que se vierte sobre los ciudadanos y que provoca una visión equivocada sobre el tema: no se trata de problemas económicos, ni se trata de un problema de salud pública, ni se trata de un problema de qué opine la gente. El asunto es simple, se trata de hacer "legal" la muerte de seres humanos. Los pretextos propagandísticos siguen las mismas fórmulas de antaño. Hoy no es la cancillería, sino la secretaría de gobierno del DF quien encabeza las iniciativas; el secretario de salud, quien ostenta título de "médico", propone someter a "consulta popular" si se legaliza la muerte de bebés y enfermos; los asambleístas y diputados priístas y perredistas se sienten con el derecho de definir cuál ser humano tiene derechos y quién no. Los acompañan una serie de grupúsculos de prostitutas, lesbianas y homosexuales quienes cumplen su papel de esbirros blandiendo términos de libertad sexual y de expresión. Es necesario que todos estemos alertas. El holocausto empezó con la muerte de bebés y después nadie lo pudo detener, porque si hoy se le da el derecho a una madre de matar a su hijo, mañana se le dará el derecho a un hijo de matar a su madre. Hoy se requiere en nuestra patria que señalemos estos intentos y los detengamos antes de que empiecen. Es preferible detenerlos ahora a tener que realizar "juicios de Nüremberg" en el futuro. O acaso, ¿queremos que sean los diputados, asambleístas, magistrados de la Suprema Corte los que definan cuáles son las características "científicas" para poder ser considerados personas? ¿Queremos dejar en sus manos la decisión de quién vive y quién muere? Aprender de la historia para evitar cometer los mismos errores. Un par de documentos sobre las formas como los doctores alemanes fueron involucrados de gradualmente, desde los programas de esterilización y eutanasia, hasta el exterminio de los indeseables, son: • Lifton, Robert Jay. "German Doctors and the Final Solution". NY Times Magazine, 1986
«EL RESPETO A LA LEY ENALTECE NUESTRO ESPÍRITU» . |
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http://downloads.yahoo.com/ieak8/?l=e1
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