martes, 12 de enero de 2010

Sucedió de película

Por: Antero Duks

 

Tras ser ungido en Acapulco por los Beltrán Leyva, regresó Nuevo León, donde militares lo esperaban; intentó sobornarlos y no funcionó.  Fue rey por un día. Por la mañana lo ungió el cártel de los Beltrán Leyva como jefe de la plaza de San Pedro Garza García, Nuevo León, y por la noche estaba en una celda, tras ser capturado por el Ejército.

 

Rodolfo López Ibarra, El Nito, gritó y advirtió a captores que lo liberaran, "no saben con quién se meten, yo soy el nuevo jefe de la plaza". Todo fue inútil, como el ofrecer un millón de dólares a los soldados para que lo dejaran ir aquella madrugada del 18 de mayo pasado.

 

El Nito pasó así a los anales de la delincuencia organizada como el jefe de plaza que más rápido es detenido. La historia de aquel día comenzó muy de mañana, cuando arribó en una avioneta al puerto de Acapulco en compañía de varios de sus cómplices, algunas de ellas mujeres contratadas para amenizar la fiesta en la que celebró su designación como nuevo encargado de los Beltrán Leyva, en el municipio neolonés de San Pedro Garza García.

 

Hubo comida, felicitaciones y por la noche pidió que el avión en el que viajó a Acapulco, Guerrero, estuviera listo para regresar y tomar el mando del grupo criminal en aquella ciudad. Pero todo se vino abajo abruptamente. Al llegar al aeropuerto situado en la población de Apodaca no hubo comité de recepción, sino una partida de soldados que esperaban ya para detenerlo en el momento en el que la aeronave Cessna, matrícula XB-IZK, tocara tierra.

 

López Ibarra fue el sucesor por un día de Héctor Huerta Ríos, La Burra, quien el 24 de marzo pasado fue detenido por el Ejército en el mismo municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, junto con cuatro miembros más de su organización. El Nito tenía la encomienda de continuar el pacto con el cártel del Golfo, para evitar confrontaciones armadas y enfrentar a las células del cártel de Sinaloa que pretendieran penetrar en la entidad, según el expediente PGR/SIEDO/UEIDCS/179/2009.

 

La llamada y las capturas

 

En los primeros minutos de ese 18 de mayo, en el cuartel militar del 16 Batallón de Infantería del Ejército, en Monterrey, Nuevo León, se recibió la llamada de un hombre que, sin identificarse, dijo que un grupo de personas arribó en un avión al Aeropuerto Internacional del Norte, situado en Apodaca, procedente de Acapulco, Guerrero, y que otro grupo de personas armadas las esperaban en una camioneta a las afueras de esa terminal aérea.

 

De inmediato, un contingente de soldados salió hacia el aeropuerto y ubicó la pista y el sitio a donde llegó la avioneta. Dentro de la aeronave se encontraban aún el piloto Rurico Neri Ochoa y una mujer, Flor Noemí Córdoba Rodríguez, además de El Nito, a quien —según el parte rendido por los militares— se le sorprendió portando un arma larga colgada en la espalda, un fusil calibre 223 Rem, marca HK, matrícula 48-008851, abastecida con diez cartuchos, además de una pistola Pietro Beretta y una granada que llevaba dentro de una bolsa de mano, 4 mil dólares y dos teléfonos Nextel.

 

Los detenidos informaron a los soldados que en el estacionamiento del aeropuerto los esperaba una camioneta Nitro, color negra, con gente armada. Los militares se apostaron alrededor del sitio y tras ubicar el vehículo se detuvo a Rigoberto Tovar Córdova, El Rigo, y a José Nihey Ogata Vera, quienes estaban armados con un rifle Norinco y una pistola 38 Super Colt, respectivamente, ambos fueron sometidos, desarmados y llevados a un vehículo militar.

 

Otro grupo de soldados se trasladó a las casas de seguridad, cuya ubicación fue revelada por los detenidos. La primera en Monte Capitolio 236, departamentos 17 y 21, en la colonia Valle Alto; otra en la calle de Batallón de San Patricio 1887, en el piso 28 de la Torre Data Flux, todas en el municipio de San Pedro Garza García.

 

Al llegar al primer sitio, los militares fueron detectados por los ocupantes de una camioneta pick up, color arena, quienes descendieron portando armas largas y corrieron hacia el edificio pero, ante la superioridad numérica de los soldados, dos de los hombres, Efrén Córdova Martínez y Filiberto Leyva Valenzuela, El Orejón, se entregaron. Dentro del edificio también se detuvo a Adaluz López Almabizca, El Tío. Posteriormente se sometió, en el mismo edificio, a César Gabriel Cortez Díaz, María de Lourdes Berardi Treviño y María de Jesús López Ibarra.

 

En el inmueble, los soldados encontraron, además de armas, dinero y droga, una manta con la leyenda: "Felipe Calderón, por favor no meterse con la familia, que eso es muy sagrado. Respete o aténgase a las consecuencias, nuestra gente está harta de atrocidades". A un costado de la manta, había otra frase: "fuera los abusos y las traiciones. Atte: La Compañía".

 

El encargo de la plaza

 

Un día antes de su captura, el domingo 17 de mayo, las actividades de López Ibarra comenzaron muy de mañana en Acapulco, Guerrero. La cúpula del cártel de los Beltrán Leyva lo citó para recibir la encomienda de ser el jefe de la plaza en Nuevo León, con centro de operaciones en San Pedro Garza García.

 

Él mismo dijo, a los militares que lo capturaron, que en esa reunión lo instruyeron sobre la forma en que debería conducir las operaciones de tráfico, venta y distribución de droga.

El Nito, originario de Empalme, Sonora, aceptó —según el parte militar contenido en el expediente— que desde hace 15 años se dedicaba a actividades del narcotráfico para la organización de los hermanos Beltrán Leyva.

 

Su misión sería organizar la venta y tráfico de drogas, cobrar derecho de piso a casinos, bares y discotecas, con cuotas que iban hasta los cien mil dólares mensuales y que servían para recibir "la protección y permiso" para operar. Sus órdenes incluían que junto con su gente, asegurara el traslado de droga en la ruta que va del Distrito Federal a Nuevo León y posteriormente a Tamaulipas, entidad desde donde era enviada a Estados Unidos.

 

Después de la instrucción vino la fiesta. Cerca de las ocho de la noche, el piloto de la avioneta en la que se trasladó López Ibarra a Acapulco recibió una llamada de éste: "es posible despegar en 30 minutos".

 

Se hicieron los trámites correspondientes, personal del Ejército destacamentado en esa entidad revisó la aeronave y permitió el vuelo, al no haber encontrado huellas de droga ni armas, como después presuntamente sí hallaron los soldados en Nuevo León, cuando aterrizó en ese lugar la avioneta.

 

Lo que siguió fue el arresto. Todavía El Nito pudo advertir a los militares: "no saben con quién se meten, cabrones, soy el encargado de la plaza de San Pedro para el cártel de los Beltrán Leyva y se los va a cargar la chingada, mejor nos arreglamos de una vez". Nada de eso sucedió, a pesar de ofrecerles un soborno de un millón de dólares.

 

 

«Por mi patria hablará la razón de la justicia»
 



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