Por: Lourdes Casares de Félix
Enero de 2010
Hablar del tema de la familia puede abarcar desde lo más simple hasta lo más complejo. Hasta hace unos cuantos años, cuando uno pensaba en este concepto rápidamente venía a la mente la imagen de una mamá, un papá, unos niños y a veces hasta la de un perro.
Ahora la familia es motivo de burla y desdén en las convenciones feministas que descalifican la paternidad y la maternidad como roles naturales. Así, estos grupos extremistas ven a la llamada familia tradicional como obsoleta y buscan nuevas formas de organización que se adapten a sus deseos sin respetar los dictámenes de la naturaleza.
Como las Torres Gemelas de Nueva York, que fueron destruidas en pleno día, así la Asamblea Legislativa del Distrito Federal destruyó antes de Navidad las dos grandes torres que sostienen a la familia, la del padre y la madre, al aprobar las reformas a los códigos Civil y de Procedimientos Civiles con lo cual se legaliza el matrimonio entre homosexuales y se les permite adoptar hijos.
¿Cuál es el origen de las nuevas formas de asociación que se promueven hoy en día?
Hasta hace poco la familia era inmune al influjo de revoluciones tecnológicas, productivas, sociales y políticas. Muchos analistas consideran que las innovaciones que en la actualidad se quieren imponer a la sociedad se deben a la perspectiva de género que contempla un nuevo modo de ver al ser humano, que reelabora los conceptos de hombre y mujer, sus respectivas vocaciones en la familia y la sociedad, y la relación entre ambos, de tal modo que los conceptos de sexualidad, matrimonio, vida, familia y religión también se ven radicalmente afectados.
La ideología de género pretende instalar una cultura sin sexos pero sí con orientaciones sexuales. Así que independientemente de las características biológicas con las que se nace, esta corriente sostiene que se puede escoger libremente la orientación sexual por la que se sienta inclinación.
Se busca sustituir la sociedad tradicional basada en la familia, por un nuevo concepto de sociedad sustentada en una concepción diferente de la naturaleza del hombre, de su sexualidad e identidad humana.
Se busca que los roles de padre y madre sean indistintos y al no aceptar que la naturaleza biológica tiene una fuerte influencia en el ser de la persona, pretenden que en las uniones homosexuales hombres desempeñen el papel de mamá y mujeres el de papá.
Ambas imágenes son importantes en la formación de la identidad del niño, la masculinidad del padre y la feminidad de la madre son necesarias para un desarrollo sano. No es pretexto citar algunas excepciones de pequeños que crecieron carentes de alguno de los progenitores y que han podido convertirse en adultos equilibrados.
Es increíble que lo que no debería requerir de una explicación por su obviedad, como es el caso de la complementariedad entre hombre y mujer para crear un ámbito óptimo para la educación de los hijos ahora tenga que ser explicado. La familia tiene un origen natural. En el momento que un hombre y una mujer se unen, existe la posibilidad de que una familia comience al engendrarse una nueva vida. Hombre y mujer tienen la posibilidad natural de procrear.
Como la ranita en el agua nos hemos hervido poco a poco y nuestra razón se ha nublado aceptando por lícitos y como un derecho las demandas de ciudadanos que atentan no sólo contra nuestros valores sino contra la naturaleza misma. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Equiparar la relación de un hombre y una mujer –que tienen la posibilidad de engendrar, que están hechos física y psicológicamente para complementarse mutuamente– con una relación entre personas del mismo sexo, es atentar contra la naturaleza y contra la razón misma. Como humanos tenemos que aceptar nuestras limitaciones.
¿Se puede hacer todo lo que uno quiere? Sí. ¿Se debe hacer todo lo que uno puede? No.
El respeto a las leyes naturales es un deber fundamental del ser humano, del orden natural se originan los derechos humanos y las políticas públicas deben beneficiar a la familia natural que es la base de la sociedad
«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»
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