miércoles, 10 de marzo de 2010

PRI y su enemigo interior

 

Por: Jorge Fernández Menéndez

Marzo / 2010

 

El PRI cumplió 81 años y pese a la edad se acerca nuevamente al poder. Y allí reside su mayor desafío. El priismo tiene posibilidades serias de ganar las elecciones de 2012 porque sus adversarios se han equivocado en demasía: el PRD, que logró desplazarlo al tercer lugar electoral en 2006, ha terminado por debajo de su votación histórica gracias a la tragicomedia mexicana encarnada por Andrés Manuel López Obrador. El mismo hombre que le había quitado votos en 2006, se los ha regresado mansamente. Y ahora que ha puesto como su principal enemigo al PRI le vuelve a hacer un enorme favor: si en 2006 muchos votos fueron para el PAN y Felipe Calderón como una forma de rechazo a López Obrador, ahora, en esta misma lógica, terminarán yendo para el PRI.

 

El PAN ha intentado de todo y no parece tener rumbo. No se le ve ahora con César Nava, pareció adquirirlo con Germán Martínez, pero se desbarrancó con las elecciones y no lo tuvo antes con Manuel Espino. No es un problema de corrientes: ya lo hemos dicho antes, en ninguna de sus etapas, foxista o calderonista, el PAN ha sabido asumirse como un partido en el poder, con los compromisos y la lógica que ello conlleva. Le resulta mucho más fácil operar como un partido opositor y así lo ha asumido plenamente en este año electoral. Las alianzas con el PRD, al repetir esquemas anteriores al año 2000, entran en esa lógica. Y, paradójicamente, también favorecen al PRI.

 

Porque esas alianzas podrán restarle algunos votos al priismo, pero no podrán operar entre su voto duro, que necesariamente se galvanizará en torno a su partido. No hay nada mejor para consolidar la fuerza interior que un enemigo exterior. Si el mayor peligro para el PRI estriba en sus divisiones, ellas se minimizan cuando se sienten agredidos por la alianza de sus adversarios. Por eso las alianzas no han logrado generar rupturas en el priismo: la de Durango, con José Rosas Aispuru, podría ser una excepción y lo mismo podría ocurrir en Sinaloa si, finalmente, aunque se ve cada día más difícil, llega el senador Mario López Valdez a esa posición, pero lo cierto es que hasta ahora lo que se percibe con mayor claridad es que esas divisiones, eso es notable en el caso de Sinaloa, se han dado más en el PAN que en el PRI.

 

Las rupturas no se han dado porque el PRI supo jugar con acierto con los tiempos: las alianzas obligaron al PRD y, sobre todo, al PAN (que es en realidad el único que tiene mucho que perder con ellas, porque para un PRD que anda en los 12 puntos todo es ganancia), a mostrar sus cartas. El priismo decidió entonces retrasar sus candidaturas para que sus opositores tuvieran definidas las suyas.

 

Al estar cerradas éstas, las posibilidades de saltar del PRI a sus rivales, por haber perdido una candidatura, se redujeron notablemente.

 

Si vemos lo sucedido en estos días, incluso en Oaxaca, donde más se hubiera podido dar ese tipo de movimiento, no ha habido rupturas notables. Paradójicamente, donde se puede dar y donde mejor le puede ir al PAN es en un estado donde no hizo alianza con el PRD y juega con sus propias fuerzas: Veracruz. La candidatura de Miguel Ángel Yunes no sé si podrá ganar el estado, pero pondrá en serias dificultades al PRI, incluido el traslado de fuerzas priistas al lado del ex director del ISSSTE. Se podrá argumentar que allí el panismo pudiera estar lastimado, como lo demostraría la renuncia de Gerardo Buganza. Pero el hecho es que las encuestas entre los panistas mostraban que Yunes tenía casi tres votos a uno sobre Buganza. Y es, además, un candidato infinitamente más competitivo que el senador. Las versiones de que Buganza podría ser el del PRD le terminarían de quitar base social tanto a Gerardo como al perredismo y colocaría claramente la contienda entre Javier Duarte, el candidato de Fidel Herrera, y Yunes.

 

Para el PRI, el peligro sigue estando en otro lado: en la confrontación por la candidatura presidencial y en la tentación, como lo dijo Dulce María Sauri, de nadar de muertito, de no hacer olas de aquí a la elección presidencial. Recordemos que, en 2004, el tricolor el PRI estaba en una situación electoral similar a la actual y que, al año siguiente, Enrique Peña Nieto ganó en el Estado de México con más de 50% de los votos.

 

En sólo un año, el conflicto interno, la decisión de no avanzar en el terreno legislativo, la ruptura Madrazo-Elba Esther y la candidatura de Madrazo lo dejaron en apenas 23% de los votos.

 

Si repiten la historia, se repetirán los resultados.

 

El verdadero riesgo está en otro lado: en la confrontación por la candidatura presidencial y en la tentación, como dijo Dulce María Sauri, de nadar de muertito

 



 



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