Por: Antero Duks
Mayo / 2009
El "Día Internacional de las Viejas" es una ocasión interesante para reflexionar sobre el papel desmadroso que han tomado las viejas en nuestro
tiempo.
Un buen amigo que vive muy cerca de "La Fuente de Santa Fe", en la ciudad de México, zona que ha tenido un desarrollo vertiginoso --en dicha zona se han construido muchos edificios, centros comerciales, tiendas de autoservicio, restaurantes, farmacias y, en general, tiene una considerable vitalidad y movimiento--, me escribió y me comentó el ajetreo cotidiano que ya es típico de esa zona otrora tranquila. Conforme me adentraba en su escrito, mi mente se trasladaba al lugar, lo viví virtualmente.
«A las horas pico se observan circular a un titipuchal de gente, los hay de todo: profesionistas, empleados, funcionarios, barrenderos, boleros y demás hiervas. Pero algo hay de raro en el ambiente que llama poderosamente la atención: la presencia de muchísimas viejas, las hay desde profesionistas, elegantemente vestidas, cargando sus computadoras y celulares, hasta las sirvientas que presurosas van con la canasta al mercado,
"Van conversando sobre negocios, inversiones, decisiones laborales… Se les ve con un aire emprendedor y dan la impresión de ser ejecutivas competentes o mucamas postineras. Este fenómeno social, en México, hace 50 años, era insoñable.»
Me viene a la mente una sencilla imagen: es como si –por muchos siglos– un gigante fornido estuviera trabajando en una ardua faena física utilizando únicamente un brazo, y de pronto descubre que también le funciona a la perfección el otro. Me parece que ése ha sido el despertar de una nueva y poderosa fuerza laboral –no sólo en México sino en todo el orbe– sobre el valioso trabajo de las mujeres.
Sin buscar caer en comparaciones estériles, a muchos directivos de empresa les he escuchado el comentario de que las mujeres suelen desarrollar su actividad profesional con una enorme responsabilidad, dedicación, tenacidad, constancia, inteligencia, capacidad creativa y negociadora, cuidando los detalles pequeños. En muchas ocasiones, con un desempeño superior a los profesionistas hombres.
Algunos dicen que la razón es porque el hombre –por su condición de varón– siente que tiene una imagen social más favorable y se confía demasiado. En cambio, las mujeres –por esa aparente desventaja de su sexo– se crecen y logran descollar en sus lugares de trabajo o en la universidad.
Sea verdad o no, el resultado es que la mujer tiene un creciente papel protagónico en casi todas las naciones, aunque lamentablemente hay países donde todavía es relegada y no se le considera una ciudadana con todos sus derechos, igual a los demás.
Como dicen los sociólogos que el microcosmos que nos toca vivir suele ser un "botón de muestra" de la realidad de nuestra comunidad, en este artículo quiero relatar también algunas experiencias que me ha tocado presenciar.
Continua la carta: --«Por indicación médica debo de caminar alrededor de una hora diariamente. Lo suelo hacer por las tardes. Hay días en que lo hago con gusto, pero otros, por la carga de trabajo o la falta de tiempo, me resulta una obligación poco atractiva.
"Sin embargo, a la larga, me he percatado que esos paseos han sido muy edificantes y he aprendido mucho de nuestro pueblo, con el sólo hecho de observar mi pequeño mundo circundante.
"Cito algunos ejemplos. A Don Manuel lo despidieron de su trabajo con ocasión de la actual crisis económica. Escuchaba a su esposa, Doña Cristina, que le levantaba el ánimo y le sugería: "En este local (ubicado frente al Hospital de Perinatología, en Virreyes) podríamos poner una cocina económica para tantas personas que circulan por aquí. Y verás cómo sí resulta y saldremos adelante". Don Manuel la miraba dubitativamente y más bien inseguro.
"A los pocos días, un equipo de obreros realizaba las instalaciones necesarias, dirigidos por este matrimonio, para que quedara lo más funcional posible. A la siguiente semana, ya estaba en operación ese modestísimo restaurant: con unas cuantas mesas, un enorme cartel que anuncia la comida corrida y el precio.
"A las horas clave, se puede observar a Don Manuel y a Doña Cristina en intensa actividad. Los fines de semana suelen venir sus hijos mayores para ayudarles en la atención a los clientes. Es evidente que Doña Cristina, con su empeño y dedicación, ha sido la pieza fundamental para que este negocio funcione bien. Ella ha puesto la mano femenina para que este local esté siempre limpio, ordenado, y se antoje entrar allí.
"En la acera de enfrente, Doña Chayo y Don Cande –ambos de unos cincuenta años– tienen un puesto de tacos y sopes. Como es paso obligado para tomar el transporte público, siempre hay enfermeras, médicos, pacientes y sus familiares, que acuden a consumir sus ricos alimentos.
"Quisiera resaltar un detalle muy característico de esta mujer: Doña Chayo siempre está de buen humor, y con una agradable sonrisa atiende a su clientela. Como viven "al día" con ese pequeño negocio, este matrimonio trabaja también los fines de semana, y lo hacen sin perder la alegría y el buen ánimo.
"Por si fuera poco, Doña Chayo tiene un gran sentido humanitario. Escucha las preocupaciones de los clientes, familiares que tienen a su hija o a su esposa delicada de salud e internada en el hospital, y les da sus consejos:
–"Mire –le decía a una señora mayor–, no se preocupe; yo tengo una cuñada que también tuvo un parto muy difícil porque el niño venía enfermo. Pero todo salió bien, gracias a Dios, y ahora los dos gozan de buena salud. Ya verá que pasará lo mismo con su hija; aquí hay muy buenos médicos…"
"A pocos metros, está la flotilla de taxis y tienen, en un lugar visible, la imagen de la Virgen de Guadalupe. En medio de las horas de incertidumbre que viven los familiares de las enfermas, observo que en nuestro pueblo se respira siempre un ambiente de fe y de esperanza.
"Lupita es una vendedora ambulante de dulces. Tiene unos 35 años, de piel particularmente morena porque todo el día trabaja bajo el rayo del sol. Acostumbra vestir con una playera, unos pantalones de mezclilla, los tenis, y su inseparable gorra roja. Va de un lado para otro por todo este rumbo de la ciudad, con su enorme canasta. No para de caminar y de ofrecer sus productos:
– "¡Dulces, chocolates, cacahuates, pepitas, gomitas…!
"Para vender su mercancía se introduce en lugares complicados para una joven mujer. Por ejemplo, en las construcciones donde abundan los albañiles con su "florido" lenguaje y pintoresco modo de comportarse.
Desde lo alto del edificio, le gritan frases como:
– "¡Ay, mamacita, nos caíste del cielo! ¡Pero qué "re-buenas" tardes son éstas!...
"Pero Lupita permanece imperturbable (acostumbrada a esa plebe), no mueve ni un músculo de su cara, y muy seria, continúa:
– "¡Dulces, chocolates, cacahuates, pepitas, gomitas…!
"Con su conducta apropiada, se da a respetar. Queda de manifiesto que no se ha metido a esa construcción para coquetear con nadie, y lo que busca es sacar adelante su hogar, para apoyar económicamente a su marido, y a sus hijos darles comida y educación.
"Así que aquellos bruscos albañiles se percatan de inmediato de la situación y, en tono más respetuoso, comienzan a preguntarle:
– "¿A cómo son los cacahuates?
– "¿Cuánto valen las pepitas?
– "¿Me da unas gomitas?
"Lupita, una vez que hizo sus ventas, se retira sigilosamente y continúa con su incansable labor de vendedora. Hasta casi el atardecer continúa trabajando…
"Las mujeres del personal de limpieza de Perinatología –con sus uniformes azul claro– suelen comer debajo de unos árboles con el "lunch" que trajeron desde sus casas. Se les ve cansadas por estar en la faena todo el día, pero contentas, con la satisfacción que proporciona el trabajo realizado con toda la energía y el entusiasmo.
"Pienso que muchas de ellas se han levantado antes de las cinco de la mañana para poder trasladarse y llegar a tiempo a su lugar de trabajo. Retornarán a sus casas ya tarde para atender a su familia, y al día siguiente volverán a realizar el mismo esfuerzo.
"Probablemente los casos que he relatado no ocuparán jamás las "ocho columnas" de un periódico, ni tampoco "serán noticia". Pero allí están ellas presentes, todos los días, con su labor perseverante, sacando adelante a muchos hogares.
"Hay mujeres que brillan por su desempeño profesional y brindan un gran servicio a la sociedad. Pero hay, también, otros millones de mujeres que están como "en un segundo plano", sin llamar la atención (ya sea dedicadas plenamente a las tareas del hogar, o bien, combinando el trabajo y la familia), pero que constituyen –de igual manera y con la misma categoría– la enorme reserva humana y laboral que saca adelante a nuestro país. Me parece que, en la casi totalidad de los casos, son verdaderas heroínas anónimas.» Fin de la carta.
Como se ve por doquier, la mujer, ser sublime de la creación, cada vez más tiene presencia en todas las actividades antes recorvadas para los varones. Lamentablemente también en la delincuencia. Y también esto ha llevado al descuido de la educación de los hijos.
«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»
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