Por: Lucero Velasco
06 / 11 / 2009
Hace 20 años, Berlín se convirtió en una auténtica fiesta.
Al poco tiempo de la visita de Mijaiíl Gorbachov a Berlín, el 9 de noviembre de 1989, a las 18:53 horas, en conferencia de prensa, Günter Schabowski, en nombre del partido comunista de la extinta República Democrática Alemana (RDA), anunciaba la posibilidad de los alemanes del Este de viajar a donde quisieran. Ante la pregunta de Riccardo Erhman, periodista italiano, sobre el momento en el que se pondría en práctica la medida, Schabowski contestó que inmediatamente.
Erhman relata que parecía que los asistentes no se daban cuenta de lo que estaba pasando: se estaba anunciando la caída del muro; el muro de la división, levantado el 13 de agosto de 1961 y que se había convertido en parte de la vida de Berlín. Ciudad que quedaba en medio de la Guerra Fría.
La presión internacional, el trabajo de varias personalidades como Gorbachov, Juan Pablo II, Leck Walessa, entre otros líderes internacionales, construyeron poco a poco el principio del fin de una era del comunismo en Europa. El pueblo alemán, constante y deseoso de libertad, fuerte y aguerrido, durante años había ejercido presión de manera pacífica, para reconquistar lo que había perdido: la libertad.
La respuesta de la gente no se hizo esperar. Como burbujas de champagne, miles y miles de alemanes de la RDA se precipitaron a las puertas del muro, de manera que cualquier control por parte de las autoridades tuvo que ser suspendido. El deseo de la gente de sentirse libre, era tal, que nadie osaba detener la fuerza de un pueblo que tras años de divisón, podía estrecharse de nuevo.
En Occidente, la gente daba la bienvenida, y celebraba al unísono.
Las imágenes de esa noche de 1989, son conmovedoras. La caída del muro significaba mucho para la humanidad en términos políticos y económicos. Para el pueblo, era la oportunidad de volver a estar al lado de una esposa, de unos hijos, de unos padres, que habían quedado del otro lado del muro. Era, dejar de sentirse Alemania capitalista y Alemania comunista, para ser finalmente: Alemania.
Muchos alemanes de la época recuerdan esa noche como la más feliz de su vida.
Con la construcción del muro vino también la construcción de túneles subterráneos para escapar. La creatividad humana se dio rienda suelta. Escapar, huir, atravesar... a como diera lugar.
Cuando el muro comenzó a construirse, algunos simplemente corrían al otro lado y saltaban, esperando no ser detenidos por una bala. Por los edificios que quedaban en la frontera, la gente escapaba también; literalmente saltaba por las ventanas; niños, mujeres, ancianos, eran recogidos por la gente de Occidente. Era como escapar de un incendio.
Pero la seguridad se enfatizó y en consecuencia se agudizó la creatividad. Un enamorado intentó rescatar a su novia, escondiéndola en el interior del asiento de su coche; otro construyó un pequeño avión para sobrevolar el muro, alguno más escapó a través de un cable que iba de una lado a otro del muro, como un pequeño teleférico. Existen un sinfín de historias que se presentan en el museo Checkpoint Charly, en Berlín.
Muchos lo lograron, pero también muchos perdieron la vida.
A 20 años de la destrucción del muro, la celebración no se limita a Berlín. Por toda Europa se harán festejos, ciclos de conferencias, exposiciones. El pasado 1 de noviembre, Mijail Gorbachov, el ex canciller alemán Helmut Kohl y el ex presidente de EU, George Bush padre, se reencontraron en Berlín para conmemorar la caída del Muro. Gorbachov declaró: "Nosotros tres participamos en el proceso que llevó a la caída del muro y a la unidad de Alemania, pero los verdaderos héroes son otros". La reunión, fue un homenaje a toda la gente que lucha, en su entorno, por el respeto a los derechos humanos.
El pueblo alemán, así como otros muchos de Europa, sobre todo del Este, han sufrido las idas y venidas de regímenes políticos. La caída del muro significó también un desajuste económico, que ha implicado sacrificios. Estos países son ejemplo de perseverancia. Su experiencia es una enseñanza de que los sistemas políticos son los que deben adaptarse al hombre y no al contrario.
«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»
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